Los siguientes aforismos han sido
recogidos del libro “Humano, demasiado humano”, del filósofo
Nietzsche.
-Las convicciones son enemigos de la
verdad más poderosos que las mentiras.
-Un hombre parece tener carácter más
a menudo porque siga siempre su temperamento, que porque siga siempre
sus principios.
-La nobleza de pensamiento consiste en
gran parte en buen corazón y en falta de desconfianza, y contiene
así precisamente aquello sobre lo cual los hombres interesados y
amigos del éxito gustan de pasar con aire de superioridad e ironía.
-La moralidad de un hombre en
comparación con la de otro no consiste, a menudo, sino en que sus
fines son cuantitativamente más grandes.
-Por más que el hombre se ensanche
cuanto quiera por sus conocimientos y parezca tan objetivo como
quiera, al fin no recogerá más que su propia biografía.
-La necesidad imperiosa es una cosa de
la que los hombres acaban por convencerse, en el transcurso de la
historia, de que ni es imperiosa ni es necesaria.
-La absurdidad de una cosa no es una
razón para su existencia, sino más bien una condición de ella.
-No hay armonía preestablecida entre
el progreso de la verdad y el bien de la humanidad.
-Uno sostiene su opinión porque se
imagina que ha llegado a ella por sí mismo; otro, porque la ha
aprendido con esfuerzo y está orgulloso de haberla comprendido;
ambos, en consecuencia, por vanidad.
-Quien vive de combatir a un enemigo
tiene interés en dejarle con vida.
-El que ve poco ve siempre muy poco; el
que oye mal oye siempre demasiado.
-Olvidamos nuestra falta cuando se la
confesamos a otro, pero el otro no suele olvidarla.
-La ventaja de la mala memoria es que
se disfruta varias veces de las mismas cosas por primera vez.
-Muchos hombres están tan
acostumbrados a estar a solas consigo mismos, que no se comparan con
los demás, sino que desarrollan el monólogo de su existencia en un
estado de espíritu alegre y apacible, en agradables conversaciones
consigo mismos, y hasta con risas. Pero si se les lleva a compararse
con otro, propenden a una sutil depreciación de sí mismos, hasta el
punto de que es preciso obligarles a 'volver a aprender' de otro una
idea buena y justa de sí mismos, y aún de esta idea adquirida,
querrían rebajar y corregir alguna cosa. Es preciso, pues, conceder
a ciertos hombres su soledad y no ser bastante tonto, como se hace
frecuentemente, para compadecerse de ellos.
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