Una de las putadas de las
relaciones sentimentales es que tienen un fin. Unas veces -en el
mejor de los casos aunque suene tétrico- por el fallecimiento de uno
de los amantes, otras, las más por un desacuerdo en cuyo amplio
espectro es imposible profundizar. En resumen, que se acaba; finito.
Yo he pasado por varias y puedo atestiguar que lo peor es siempre el
final. Una putada muy didáctica que nos muestra en un periodo
relativamente corto la brevedad de la vida. Si reponerse y subsistir
como acto reflejo de supervivencia tiene sentido es algo que se
escapa a mi entendimiento. Porque vivir con dolor, con ese tipo de
dolor, comprendo que sea cuestionable y haya quien opte por no
sufrir. La vida es corta y debe ser acometida con intensidad, por eso
cuando a causa de una pena de amor languidecemos el recurso de
'adiós, muy buenas' debe ser entendido y disculpado. Pero siempre
podemos elegir lo contrario y apechar con la pena a pecho
descubierto. Esta opción es la preferida de las mujeres, obviando la
metáfora, porque han nacido con dos cojones, obviando de nuevo la
metáfora. Ya quisiéramos los tíos tener los huevos con que se
enfrentan a la vida y sus avatares las tías. Sin metáfora que
valga.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
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