Es
difícil, a pesar de carecer uno de unos mínimos conocimientos sobre
economía y finanzas -y por consiguiente de políticas económicas y
financieras- sustraerse a la tentación de elaborar -es un decir- su
propia teoría de por qué estamos atrapados en esta espantosa crisis
que, digámoslo, es ya mundial.
Antes
de exponer mi teoría permítanme que les cuente a modo de anécdota
tal vez aclaratoria lo que un servidor oyó en una clase de
macroeconomía dentro de un programa para directivos tipo MBA. El
profesor era didáctico, elocuencia no le faltaba y se complacía
escuchándose. Esto fue más o menos lo que dijo para ilustrar el
fenómeno de la inflación, que es muy resumidamente el alza
injustificada de los precios de los productos de consumo con el
consiguiente deterioro del poder adquisitivo de las rentas de las
familias.
“Imagínense
a Robinson Crusoe, náufrago a la fuerza -y qué náufrago no lo es-
y único habitante de una isla desierta, es decir, sin congéneres. Robinson se
dedica a recolectar cocos y comerlos para satisfacer sus necesidades
alimenticias, pero sin hacer acopio de ellos, dada la abundancia de
aquel alimento. Todo marcha de acuerdo a una rutina digamos que
soportable. Un día llega Viernes, esclavo arrojado por las olas a la
isla de Robinson para convertirse en su siervo y sin embargo amigo.
Viernes, de espíritu empresarial, ve en las ostras un complemento
perfecto para los cocos, así que se afana en su recolecta para el
consumo diario. Como era de prever, Robinson y Viernes llegan a un
acuerdo comercial. Una ostra, un coco. Perfecto para ambos. Economía
de trueque.
“Pero
un día Viernes comprueba que ya no hay tantas ostras como solía
haber. Y aquí aparece la vertiente ladina del mercadeo. Viernes
comunica a Robinson que debido a la escasez de materia prima a partir
de entonces cada ostra valdrá dos cocos. Robinson hace aspavientos
pero termina por ceder ya que las ostras se han convertido en una
base primaria de su alimentación.”
Bien,
creo haberlo expuesto con claridad, como en su día lo hizo el sesudo
profesor, que para finalizar la hipérbole concluyó que aquello no
era inflación ya que la inflación es un fenómeno exclusivamente
monetario. No hay metal acuñado o papel moneda, no puede haber
inflación. Así que discúlpenme si finalmente no expongo mi teoría
sobre la crisis, porque sé muy bien hacer el capullo sin lectores,
aunque les prive de unas risas.
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