Ayer mi vida se vio
sacudida por un seísmo de proporciones apocalípticas. Ya no podrá
volver a ser la misma por más que yo lo pretenda. Como nunca me
había ocurrido algo semejante estoy falto de referencias para
expresar con claridad el suceso extremo que me perturbó ya para
siempre. Fue algo brutal y dulce al mismo tiempo, un alud de nieve y
un incendio furioso, una colisión astral en el jardín de mi casa.
Acontecimientos así te marcan para siempre, alteran tus códigos,
prioridades, preferencias y te abandonan, empapado del sudor del
miedo, en medio de un campo en barbecho, tu vida en barbecho, tu vida
hasta entonces predecible como las estaciones y apacible como un
trigal dejándose mecer por el viento. Ayer pude oír una frase
(“¿Papá, vamos esta tarde al cine?”) que volvió mi mundo del
revés. Una frase dicha por una niña de seis años en cuyos ojos
negros vi reflejada la cara de mi muerte. Los ojos de mi hija, la que
no tuvo la menor oportunidad de nacer y en cuya alma inexistente
pensaré hasta la locura los días que me sean concedidos. Eso fue
ayer, cuando aún vivía entre vosotros.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
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