En este universo que
habitamos casi todo está sujeto a unas normas que, con independencia
de quien las dictara, se empeñan en seguir cumpliéndose a lo largo
de los milenios. Hay normas naturales para casi todo, y casi nada
puede el ser humano al respecto. Llueve, sales de todas formas y ya
diluvia. Lavas el coche y lo mismo. Una noche romántica con una
chica a la que después del cine invitas a cenar y va llueve, a
mares. Contemporizas haciendo piruetas con tu libido pero al final
todo al carajo. Una pareja va de vacaciones de novios a Puerto Rico y
les pilla un huracán. No uno cualquiera, sino el Yolanda, el más
devastador de los últimos centenios. La materia que acumulan para
contar a los nietos no compensa la manera de jugarse la vida en
fechas tan señaladas para ellos. Es evidente que designios mayores
gobiernan nuestra vidas. Y esto me trae a la cabeza las cosas del
amor. Uno no ama por amar, como si fuese el resultado de una
ecuación; al revés, uno ama a pesar de ese resultado. Lo importante
es no cagarla, al menos en los comienzos. <>. En el cagar, como en el amar,
todo es empezar. (Rafaella Carrá?). Empezar a cagarla, quiero decir.
Y a partir de ahí...
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
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