En este universo que
habitamos casi todo está sujeto a unas normas que, con independencia
de quien las dictara, se empeñan en seguir cumpliéndose a lo largo
de los milenios. Hay normas naturales para casi todo, y casi nada
puede el ser humano al respecto. Llueve, sales de todas formas y ya
diluvia. Lavas el coche y lo mismo. Una noche romántica con una
chica a la que después del cine invitas a cenar y va llueve, a
mares. Contemporizas haciendo piruetas con tu libido pero al final
todo al carajo. Una pareja va de vacaciones de novios a Puerto Rico y
les pilla un huracán. No uno cualquiera, sino el Yolanda, el más
devastador de los últimos centenios. La materia que acumulan para
contar a los nietos no compensa la manera de jugarse la vida en
fechas tan señaladas para ellos. Es evidente que designios mayores
gobiernan nuestra vidas. Y esto me trae a la cabeza las cosas del
amor. Uno no ama por amar, como si fuese el resultado de una
ecuación; al revés, uno ama a pesar de ese resultado. Lo importante
es no cagarla, al menos en los comienzos. <>. En el cagar, como en el amar,
todo es empezar. (Rafaella Carrá?). Empezar a cagarla, quiero decir.
Y a partir de ahí...
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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