El escritor Juan Marsé, unos
de mis novelistas de cabecera, dijo en una entrevista que aunque escribía sus
novelas en castellano, su lengua materna era el catalán. Hasta aquí nada que
objetar, porque es el mismo caso que Eduardo Mendoza o Vázquez Montalbán y
ambos autores se han desenvuelto con singular maestría escribiendo en
castellano, lo mismo que Juan Marsé. Pero en esa misma entrevista Marsé
comparaba su situación con la de Nabokov y Conrad, autores que escribieron en
inglés siendo sus lenguas maternas, respectivamente, el ruso y el polaco. A mí
me cuesta ver un paralelismo en las situaciones de estos dos últimos
escritores, que tuvieron que aprender inglés ya de mayores y escribir en esa
lengua para ellos tardía, y ausente por tanto en sus recuerdos de niñez que tan
importantes son en la obra de todo autor, y el bilingüismo de Marsé, que
aprendió ambas lenguas de niño. De hecho, creo que fue Mendoza quien comentó en
una ocasión que hablaba en catalán con, por ejemplo, Vázquez Montalbán, por la
tarde y escribía en castellano por la noche. No se trata aquí de una elección
sino de una imposibilidad de transmitir en catalán lo que conseguía con el
castellano. Esto es un hecho inapelable, al menos en esa generación de
escritores. ¿Por qué entonces el comentario de Marsé? Él nunca ha sido un
exiliado. La coherencia de su obra y su propia personalidad hacen difícil
sospechar una adulación tardía al catalanismo más populista. Puede ser que yo
lo haya entendido mal.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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