Se da la curiosa circunstancia, aquí en la Tierra, de que los humanos, como especie dominante, dejan mucho que desear, y son inferiores en métodos de supervivencia a la mayoría de las otras especies que pueblan el planeta. Sólo una serie interminable de casualidades favorables los ha encumbrado donde están. Equivaldría a que te tocara cien veces seguidas el gordo de la lotería, casi un milagro. Sea como fuere, ahora dominan el mundo y, si consiguen no exterminarse a sí mismos, su dominio puede que se prolongue algunos milenios más ¡Mala suerte para las tortugas y los linces!
Hace 65 millones de años –que se dice pronto- un cataclismo causado por el impacto de un meteorito ahora conocido como KT, golpeó este planeta con la fuerza de 100 millones de megatones –equiparable a la explosión simultánea de 8000 millones de bombas como la de Hiroshima- y aniquiló a los dinosaurios, especie que dominó la Tierra durante 150 millones de años, pero sólo pudo eliminar al 70% de la vida existente, el resto se salvó –no se sabe cómo-. Quiere esto decir que las especies aquí proliferantes se resisten con todas sus fuerzas a desaparecer por muy destructor que sea el artefacto de exterminio. Y una de esas especies, el homo sapiens, es ahora la que domina este mundo, para desgracias de las otras muchas especies contemporáneas, que contemplan impotentes cómo se las va aniquilando sin la menor consideración.
Mi amiga Teresa me ha confesado que ahora que conoce mis orígenes se explica muchas cosas sobre mí. Esto me lleva a reflexionar sobre cuánto piensan en mí mis amigos y cómo me ven, qué idea tienen de mi persona. Nunca me he planteado el asunto, porque el contenido de las ideas que sobre mí tengan mis allegados, así como la frecuencia con que las mismas lleguen a sus mentes me trae –perdonadme, chicos- sin cuidado. Pero sin duda en una sociedad donde la interdependencia es crucial para la buena armonía hay que procurar que no te tomen por un asesino en serie, por ejemplo, o en un violador, así que desde hoy cuidaré con esmero mi imagen y cultivaré las buenas acciones –pero que se sepa, si no no me sirve-.
“Cualquier discusión que se prolongue lo suficiente acabará en semántica.” Murphy, Ley de.
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