
Ir de compras no es lo mío, y menos en época de rebajas, pero ilustra. Hasta que no vi a una señora con elegante atuendo, joyas ostentosas y postura hierática en primera fila de una multitud de otras señoras como ella expectantes, aunque de clase menos pudiente, esperando estoicamente la no por mil veces repetida menos esperada apertura de las puertas de los grandes almacenes para ofrecer las rebajas de enero a los –tras las opulentas y vilipendiosas fiestas navideñas- menesterosos compradores de todas las clases sociales –ir de rebajas es un rito sagrado y no atiende a poderes adquisitivos-, no me convencí de que el dinero gobierna el mundo. El dinero y el ansia por lucirlo de mil formas diferentes, todas ellas agraviantes para quien no lo tiene o no sabe aparentar que lo tiene; la perniciosa vanidad.
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