
Esta mañana me ha telefoneado E.T. desde su casa, situada en una remota galaxia. Quería saber qué tal les va a los niños a los que con tanto amor recomendó hace años que fuesen buenos. Es decir, Drew Barrymore y el de las orejas. Le aclaro que la limitada capacidad telequinésica y de proceso de datos -en órdenes de magnitud superiores a la tercera potencia- del cerebro humano no da para un conocimiento exhaustivo de la vida y andanzas de cada habitante de este planeta, como ocurre en su mundo o en el mío, así que hay que recurrir a lo que aquí se denomina ‘medios de comunicación’, que no siempre suministran noticias exentas de supresiones o añadidos, cuando no de alteraciones tremebundas, debido a ciertos intereses de índole turbia que los editores suelen introducir –bien que con letra pequeña o incluso con tinta invisible- en el código deontológico cuyas conductas gobierna. Según estos medios de dudosa verosimilitud –insisto- Drew dedicó su adolescencia a visitar centros de rehabilitación donde trataban de convencerla de que no se metiera de todo por todos los orificios de su cuerpo, porque esas cosas no las hacen las niñas buenas –al pobre E.T. hay que edulcorarle las noticias porque ya está mayor y los disgustos le afectan mucho-. Ahora que ha crecido y ya es un tía buena, sigue haciendo lo mismo pero nadie le riñe –esto no se lo he dicho por la razón antes mencionada-; para compensar, supongo, ha donado un millón de dólares a una ONG que proporciona alimento a los niños que pasan hambre (imagino a Drew haciendo los cálculos: “a ver, dono 1.000.000 y cada papelina vale 100, lo que significa que dejaré de meterme…¡10.000 papelinas! Y un montón de negritos podrán comer bollicaos, ¡cojonudo!). El de las orejas parece haber sido abducido, porque no he podido encontrar nada sobre él desde que hizo, ya mozuelo, de hermano de Brad Pitt en “Leyendas de pasión”. Antes de que le cuelgue sin despedirme, E.T. se solidariza con mi situación y me pregunta que con qué operadora de telefonía trabajo, porque él está currando como vendedor para una que es más barata, llega a más sitios y que te regala un…(aquí es cuando colgué). Perra vida la de los alienígenas.
“Pero el doctor no sabía/ que hoy es siempre todavía”. Machado, Antonio.
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