El mar embravecido aúlla bajo mi casa con un lamento desgarrado, tal vez consecuencia de las miles de heridas que, en forma de desperdicios y sustancias tóxicas, de continuo le infligimos. Es el mismo mar que surcaron navíos fenicios, griegos, cartagineses, y romanos hace muchos siglos; y el mismo por el que han navegado flotas británicas, francesas, españolas, portuguesas no hace tanto; y que hoy aguanta el tránsito indiscriminado y amenazante de petroleros y buques mercantes que transportan inquietantes mercancías. Es el mar eterno de Ulises, el mismo mar que una vez gobernara con sabiduría Neptuno, hoy objeto continuado de lesa majestad por quienes tanto llorarán este imperio acuático el día que ya para nada sirvan sus lágrimas. El emigrante suele añorar la tierra bienamada que abandonó; el ser humano, que de los mares procede, nada añora de ellos, ningún respeto les guarda. Sólo el poeta observa impotente desde los acantilados el inexorable declinar de la fuente de la vida y de la magia; y le canta con la voz rota un poema, un triste poema de amor y de melancolía.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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