
Este blog es de obligada escritura por ser hoy el dos de Mayo, día que comenzó, en 1808 la guerra de la Independencia frente al insaciable conquistador Napoleón. Sólo voy a lamentar los miles de cadáveres que dejó tras de sí la represión del general francés Murat ante el espontáneo levantamiento del pueblo de Madrid, y que Goya tan genialmente supo retratar para la historia -sin entrar en disquisiciones sobre la peliaguda palabra 'patria', que sólo citaré por darse en estos acontecimientos históricos las condiciones para emplear tal término-. Ha habido períodos en la historia de España en los que asombrosamente hemos comulgados los españoles todos con un mismo sueño patrio -nos hemos sentido un mismo pueblo-, donde rechazábamos sometimientos y no había lugar a rivalidades intestinas, períodos, cómo no, de opresión, que es la catarsis propiciatoria para que los oprimidos, si son pueblo o nación, se sientan enteramente pueblos y naciones. No sé si es un buen sueño porque linda en su concepto esencial con lo patriota -siempre cerril y amenazante- o, peor, con lo patriotero, que suena desagradablemente a nacionalismo y que es la exaltación estulta de unos conceptos absurdos preñados de caracteres diferenciales y, por esa sóla razón, loables para quienes sienten esa diferencia como un don divino. Pero el empeño en no dejarse humillar aun ofreciendo la propia vida a cambio, si parte de todo un pueblo, es un esfuerzo común que bien podemos calificar, por una sola vez, como patriotismo.
(Nota bene: ¿no se sienten patriotas los yanquis, los israelíes, los franceses, ingleses, etc ? Y vivimos en una civilización avanzada, al menos en términos políticos)
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