Ir al contenido principal

La delgada línea roja

Leí el otro día un reflexión de Ernesto Sábato sobre literatura. Contra los que opinan que toda gran obra de arte a la larga es mayoritaria y contra los que defienden lo contrario Sábato argumenta lo siguiente:

1.     Hay literatura grande y sin embargo minoritaria: Kafka.

2.     Hay literatura minoritaria y sin embargo mala: la mayor parte de los poemas que hoy se escriben.

3.     Hay literatura grande y mayoritaria: “El viejo y el mar”.

4.     Hay literatura mayoritaria y mala: historietas, fotonovelas, literatura rosa, casi toda la literatura policial.

Me pregunto si es cierto el axioma de que el tiempo pone a todo y a todos en su debido sitio. Dejando aparte las modas pasajeras como tormentas de verano que, abanderadas por críticos miopes, resucitan por un tiempo a tal o cual escritor menor o, más frecuentemente, cierta pieza justamente olvidada de un escritor cuya obra, por lo demás, se ha ganado un puesto de honor en el Olimpo literario, yo presiento que en algunas (¿muchas?) ocasiones el tiempo no hace verdadera justicia y relega al olvido a quienes deberían ocupar aunque fuese una silla plegable en dicho Olimpo. Tal es el caso, a mi parecer, del poeta decimonónico Núñez de Arce, que gozó de justa fama en vida y hoy nadie lee y apenas se recuerda. Del mismo modo, estoy convencido de lo contrario, es decir, de que se sigue publicando a escritores que, en rigor, no merecen estar en ese Olimpo, pero que por diversas circunstancias han pervivido, sobrevalorados, al veleidoso cedazo de las autoridades literarias.

Clarín hablaba de la ‘literatura industrial’ por oposición a la literatura con valor artístico, y se quejaba de su proliferación. Si aún viviera don Leopoldo, se tiraría de los pelos al contemplar infinitos estantes de librerías repletos de esa ‘literatura industrial’, que sin embargo se vende casi al peso, para mayor gloria y riqueza de sus editores. La pregunta es ¿dónde está la línea que separa la una de la otra? Yo, que tengo el vicio de leer de todo, nunca la he visto. Será porque soy miope.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ya te digo

¿Cuál es el momento más adecuado para decir basta? ¿Cómo reconoce uno el instante en el que hay que parar? Y no me refiero a las relaciones sentimentales -aunque también-, sino a los diferentes episodios que suceden en la vida, cuya suma la articulan y le dan sentido. Porque ese final nunca avistado marca la diferencia entre lo que fue y es y lo que pudo haber sido y podría ser, entre lo existente y lo ausente, entre lo que somos y lo que ya nunca podremos ser. Y hay un componente de negligencia en esa ceguera que nos impide detenernos a tiempo, antes de que lo previsiblemente imprevisible determine nuestra realidad, porque decir que no a la siguiente copa, a la estéril llamada, a apretar el pedal del coche, a responder a un agresivo, a una indiferencia ante un ser querido, a tantos gestos prescindibles, es una responsabilidad tan decisiva que si lo supiéramos en su momento nos lo pensaríamos dos veces. Y pensar dos veces es la asignatura pendiente de la humanidad. Nuestra negligencia ...

I dreamed a dream

La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cua...

Michael

Ayer murió Michael Jackson por disolución provocada. No es el veredicto médico exacto, pero es más exacto que el veredicto médico. Su difuminación comenzó a partir de su incapacidad para compatibilizar sus éxitos profesionales con sus fantasías de Disneylandia. Se creyó Peter Pan, pero con plenos poderes sobre su cohorte de pequeñajos, y le dolió menos la compensación económica de ciertos comportamientos con menores que la evidencia de que eran equivocados en esta sociedad, en este mundo que no era el suyo. A partir de esa certeza su tendencia etérea se acentuó, no sin antes confundir al mundo mostrando un cuerpo que ya no era el suyo. Por eso, viejo –muy viejo- aceptó por fin que ya era hora de marcharse, y lo hizo a lo Marilyn, sin dar ruido. Descanse en paz.