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Y sigue mi tormento

Hoy está siendo un día intenso y prolífico, al menos en escritura, y eso me agrada por excepcional, ya que soy muy remiso al acto de escribir, aunque sienta que la escritura es mi salvación –no diré mi destino por pudor-. Si de algo alguna vez estuve convencido ha sido del pasmoso descubrimiento de que nada soy ni seré si no escribo. Es una dulce condena que acato acallando las protestas de la cruel celadora de los miseriosos y dolorosos aconteceres del substrato más enraizado de mi mente. Y la refiero en femenino porque siempre supe que sería una mujer la atizadora de mis rescoldosos tizones de fogata en declive, la que me desnudaría ante mí mismo con el desvalimiento de los que van a ser ejecutados. Conciente y sumiso reo, arrastro los pesares de mis cadenas con una resignación inapropiada; rezo a mi pesar con desespero y sueño con una redención que sólo yo me puedo conceder. Y casi soy feliz.

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A veces opino de cualquier cosa en este blog pero como un ejercicio de reflexión, más o menos liviano o sesudo en función de la hora y del ánimo. Por eso quiero dejar claro que cualquier parecer, juicio o afirmación mías acerca del asunto que sea son fácilmente revisables con las indicaciones adecuadas y, llegado el caso, hasta desmentidas sin el menor pudor por mi parte. La naturaleza de las personas inteligentes debe poseer una faceta de rectificación que los honra intelectual y moralmente. Por desgracia, ese no es mi caso. Soy un veleta y en el fondo muy pocas cosas me atraen lo suficiente como para tomar posición respecto a ellas. Si cambio de opinión respecto a un asunto, por vital que pueda ser o parecer se debe llanamente a que la opinión previa carecía de convicción al ser enunciada; peor todavía, más de una vez me he pronunciado para que quien me leyese pensara que yo tenía algún tipo de opinión sobre algo. Cuando la verdad desnuda es que no tengo claro casi nada, y casi nad