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Y sigue mi tormento

Hoy está siendo un día intenso y prolífico, al menos en escritura, y eso me agrada por excepcional, ya que soy muy remiso al acto de escribir, aunque sienta que la escritura es mi salvación –no diré mi destino por pudor-. Si de algo alguna vez estuve convencido ha sido del pasmoso descubrimiento de que nada soy ni seré si no escribo. Es una dulce condena que acato acallando las protestas de la cruel celadora de los miseriosos y dolorosos aconteceres del substrato más enraizado de mi mente. Y la refiero en femenino porque siempre supe que sería una mujer la atizadora de mis rescoldosos tizones de fogata en declive, la que me desnudaría ante mí mismo con el desvalimiento de los que van a ser ejecutados. Conciente y sumiso reo, arrastro los pesares de mis cadenas con una resignación inapropiada; rezo a mi pesar con desespero y sueño con una redención que sólo yo me puedo conceder. Y casi soy feliz.

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