Desde hace un par de semanas vengo sufriendo pesadillas. Siempre que mi estómago se pone borde las padezco. Yo creo que la pesadilla es el cobrador del frac del pasado que viene a reclamarnos facturas pendientes; puede ser, no lo sé; lo que sí sé es que cuando tengo una despierto más jodido que una jirafa con tortícolis. En ellas se cuelan, sin pedir permiso, los fantasmas de todos tus miedos encarnados en recuerdos oníricos que ya creías perdidos en la espesa niebla del olvido. Así que de repente te encuentras con el matón aquel que en el colegio te hacía la vida imposible. Y como es un sueño, tú te decides a plantarle cara y también a partírsela sin misericordia, pero no puede ser porque entonces no sería una pesadilla, así que tienes que aguantarte y sufrir, treinta años después, la misma humillación que convirtió aquella época de tu vida en una pesadilla. Otras no tienen un contenido tan explícito y para descifrarlas habría que recurrir a un psicoanalista. El problema es que estos profesionales de la cara oculta de la mente te someten a interminables sesiones que pueden prolongarse durante años y en las que tras descartar que tienes complejo de Edipo o envidia del pene de tu padre, acaban concluyendo que lo que te ocurre es que no has superado el trauma que te produjo el matón aquel del colegio que convirtió tu vida en una pesadilla y te la arruinó para siempre. Y encima te cobran.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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