
Hace años tenía una medio amiga que era medio maga, o medio bruja según otros amigos. Su futuro marido, cuando la conoció pensaba que era una maga encantadora, cuando se separaron estaba convencido de que era una bruja sin entrañas. Pues esta amiga era muy aficionada a adivinar el porvenir, quisieras tú o no quisieras. Quiero decir que era una pesada que en cuanto te descuidabas te cogía por banda y no paraba hasta que conseguía que respondieses una lista de preguntas con las que después confeccionaba tu ‘carta astral’, documento que, lo mismo que una ficha policial, recoge todos los hechos relevantes de tu vida pasada, y a diferencia de una ficha policial, también de tu vida futura.
Una velada que un grupo de amigos pasábamos en grata armonía me tocó a mí ser la víctima. Como no me quedaba otra que responder a sus incómodas preguntas decidí mentirle, creyendo ingenuamente que así mantendría al menos algo de dignidad. A los pocos días me llamó para comunicarme que ya tenía lista mi carta astral. Se presentó en mi casa y me la dio; como era un galimatías indescifrable para mí se ofreció como intérprete y, sin atender a mis protestas de que en esos momentos estaba muy liado, pasó las dos horas siguientes contándome mi vida, pasada y futura. Sobre el futuro nada pude decir, como es obvio; sobre el pasado tampoco, porque sus adivinaciones se basaban en generalidades lo suficientemente ambiguas como para ser todas ciertas –y también todas falsas, aunque esto no se lo dije-, cosas como ‘Te gusta la buena mesa’, ‘Un profesor de tu colegio te tenía manía’ o ‘Has coqueteado con la infidelidad en tus relaciones’ –aquí tuve que corregirla, no por haber errado sino porque mi novia de entonces era bastante amiga suya-.
Nunca me han parecido de fiar las personas que pretenden saber cómo eres y cuál será tu comportamiento sólo porque has nacido en una u otra época del año, lo que te convierte ya para siempre y de manera inexorable en un Piscis o en una Sagitario y todos tus actos y aconteceres quedan condicionados por tu pertenencia a un grupo astral u otro. Creo que me molesta de estos augures menos el coñazo que te dan con sus preguntitas que ese estúpido determinismo que esgrimen cuando afirman que el futuro lo determinan las estrellas o que toda tu vida está escrita en la palma de tu mano. Como soy un convencido de que mi vida es el resultado de la suma de todas mis decisiones y de que los accidentes son eventualidades a los que todos estamos expuestos, me cuesta mucho dar crédito a los que piensan que soy como soy o que me ha pasado tal o cual cosa sólo porque mis padres me concibieron en una u otra fecha.
Recuerdo que siendo un jovencito ligué en un antro con una chica que resultó ser una pitonisa. Tras pasarse media noche adivinando mi vida yo estaba hasta los cojones, así que decidí darle a probar su propia medicina. Le cogí la mano y le pregunté si le gustaría que le adivinara el porvenir. Me dijo que sí, de modo que tras escrutar minuciosamente su mano le dije: ‘Chica, tú esta noche no te vas a comer una rosca’. Me levanté y me fui de allí. “Siempre me tocan las locas”, recuerdo que pensé con amargura, “será mi destino, supongo”.
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