Ir al contenido principal

Otra de gatos


Esto de la escritura es la repera. Últimamente he caído en la cuenta que el día que no escribo me pongo de mala hostia. Es como ser drogadicto, si no consumes te da el mono. Hoy le he dado una patada al gato sin venir a cuento; en vez de cabrearse me ha mirado con los ojos muy abiertos, como no dando crédito a lo que acababa yo de hacerle. Que se vaya acostumbrando, o que conjure a mi musa, ¿no es fama que los gatos son gente afecta a lo oculto y a lo sobrenatural? (Embrujada –la fetén, o sea, Kim Novak- tenía un gato del que se servía para sus hechizos –qué no daría yo por ser hechizado por la Novak-). De hecho, en muchas piezas literarias de terror –y en películas también- hay un gato de por medio. Eso de que tengan siete vidas no me ha parecido nunca muy normal, sino más bien cosa de brujería o espiritismo u otra clase de ocultismo. El hecho es que si no hace algo pronto que ayude a poner en marcha mi inspiración lo voy a frustrar de tal modo que acabará por darse a la bebida.

Los tres escritores contemporáneos que más me gustan son Susan Sontag, Nadine Gordimer y Margaret Atwood. No he equivocado el género al referirme a ellas como escritores, en masculino genérico, porque si hubiese puesto escritoras estaría limitando mi campo de comparación e introduciendo de manera implícita un concepto de literatura de género que ya no existe, si es que existió alguna vez (según Arthur Machen sí que lo hubo, pero también estaba a favor de la dictadura franquista, así que sus opiniones carecen de importancia para mí). No sólo llevan a cabo con maestría la tarea de todo escritor, que no es otra que escribir bien, sino que son –o fueron, la Sontag murió hace un par de años- personas socialmente comprometidas y dan cada día la cara por defender aquello en lo que creen, con coraje y sin morderse la lengua ni la pluma. De ellas tendría que aprender más de un escritor -género masculino- meapilas, amante de cócteles y recepciones, y cuyo nivel de compromiso se limita a no dar una patada al gato del anfitrión por no haber podido escribir ese día –como tantos otros- ni una línea que no merezca terminar en la papelera del olvido.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
¿No habías quedado en que no tenías gato, que era sólo un sueño?
Haz el favor de escribir y no le des patadas, aunque sea soñado.
Dicen que escribir es buscar la calma y a veces se consigue. También la conseguirá el gato. Que no pierda sus siete vidas y ¡por favor! que no se dé a la bebida. Tienes que escribir como sea. Es tu responsabilidad.
Luis Recuenco ha dicho que…
Y también es mi responsabilidad eludir mis responsabilidades, por algo soy un irresponsable.

Entradas populares de este blog

Ya te digo

¿Cuál es el momento más adecuado para decir basta? ¿Cómo reconoce uno el instante en el que hay que parar? Y no me refiero a las relaciones sentimentales -aunque también-, sino a los diferentes episodios que suceden en la vida, cuya suma la articulan y le dan sentido. Porque ese final nunca avistado marca la diferencia entre lo que fue y es y lo que pudo haber sido y podría ser, entre lo existente y lo ausente, entre lo que somos y lo que ya nunca podremos ser. Y hay un componente de negligencia en esa ceguera que nos impide detenernos a tiempo, antes de que lo previsiblemente imprevisible determine nuestra realidad, porque decir que no a la siguiente copa, a la estéril llamada, a apretar el pedal del coche, a responder a un agresivo, a una indiferencia ante un ser querido, a tantos gestos prescindibles, es una responsabilidad tan decisiva que si lo supiéramos en su momento nos lo pensaríamos dos veces. Y pensar dos veces es la asignatura pendiente de la humanidad. Nuestra negligencia ...

I dreamed a dream

La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cua...

Michael

Ayer murió Michael Jackson por disolución provocada. No es el veredicto médico exacto, pero es más exacto que el veredicto médico. Su difuminación comenzó a partir de su incapacidad para compatibilizar sus éxitos profesionales con sus fantasías de Disneylandia. Se creyó Peter Pan, pero con plenos poderes sobre su cohorte de pequeñajos, y le dolió menos la compensación económica de ciertos comportamientos con menores que la evidencia de que eran equivocados en esta sociedad, en este mundo que no era el suyo. A partir de esa certeza su tendencia etérea se acentuó, no sin antes confundir al mundo mostrando un cuerpo que ya no era el suyo. Por eso, viejo –muy viejo- aceptó por fin que ya era hora de marcharse, y lo hizo a lo Marilyn, sin dar ruido. Descanse en paz.