Tengo que decir que soy piloto de avionetas, y aunque para ello la preparación requerida diste mucho de la que se exige a los pilotos de grandes aviones, hay conocimientos elementales comunes. Por ejemplo, que aunque sea siempre recomendable evitar tormentas, atravesarlas no tiene por qué entrañar un peligro grave para el avión, a no ser que el fenómeno atmosférico sea excepcionalmente grave. Si además el aparato es de alta fiabilidad, como suele ser común en aviones comerciales, el riesgo de siniestro es mínimo. Por eso no doy crédito a las ambiguas noticias sobre el accidente del avión de Air France desaparecido en el Atlántico. Ambiguas y contradictorias; y para colmo insuficientes. Descartada la posibilidad de recuperar la caja negra, sólo cabe preguntarse por qué se desatendieron hasta veinticuatro solicitudes de auxilio en el corto espacio de cuatro minutos. Graves negligencias se adivinan que no deben quedar sin dilucidar. Por la tranquilidad de los familiares de los fallecidos y de los viajeros que vuelan con asiduidad.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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