
Me materializo en un terreno árido y hostil cercano, según un paisano al que pregunté, a la ciudad de Jerusalén. Era alrededor del año I d.c., y justamente a ese c. quería yo conocer. Vi que un hombre subido a un rucio se acercaba seguido por una multitud a la ciudad. A su paso, todo tipo de lisiados iban sanando sobre la marcha: los ciegos veíasn, los cojos andaban, los leprosos cambiaban sus asquerosas carnes y pieles por otras que ya quisieran algunos astros del espectáculo de hoy en día.
Al llegar a mi altura detuvo su jumento y me miró.
-¿Conque tú eres Bvalltu?
-Pues sí, supongo que es una estupidez preguntar cómo lo sabes.
-En absoluto, pero quien ya sabe la respuesta no necesita preguntar.
Sus ojos diáfanos y su seguridad precaria, a merced de las fuerzas públicas, me impresionaron no más que otros visinarios, como Rasputín, por ejemplo.
-Pregunto para entablar conversación.
-¿Quieres hablar del tiempo?
-Mira, Jesús...
-Llámame Jota, por favor, todos me llaman así.
-No es esa la versión que ha perdurado.
-Ah, las exégesis, si yo te contara.
-Cuéntame mejor por qué tanta gente tiene fe en ti. Tus supuestos milagros no superan en habilidad los logros de futuros taumaturgos.
-La gente necesita taumaturgia en su debido momento. Se puede usar para el bien o para el mal, eso cada cual lo decide.
-Te refieres a cada hechicero.
-Llámalo como quieras, no vas a cambiar la historia.
-Si te desenmascaro, Jota, el cristianismo puede peligrar y con él la futura civilización occidental.
-¿Quieres decir que evitarás la destrucción de las torres gemelas?
-Hombre, no digo tanto.
-Sí, dices que puede cambiar la historia. Pero ignoras que esas torres se alzarán en cualquier parte del mundo y algunos inconformistas las derribarán. No cambiarás la historia, sólo rediseñarán los escenarios de crueldad y muerte.
-¿Por eso mueres?
-Por eso; y porque creo en la humanidad.
-Pues sí que tienes fe.
-Precisamente.
-Ahora, Bvalltu, debo seguir mi camino. Que Dios te ampare.
-Mi Dios es de otro planeta, Jota.
-Todos los planetas son hermanos.
-Si tú lo dices.
Se alejó entre polvo y harapientos a encontrar su destino. ¿Sabré hacer yo lo mismo cuando crea que mi hora ha llegado?.
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Un abrazo
Un abrazo.