Cuando era joven las chicas me decían que era un inmaduro. Ahora me lo dice todo el mundo. Lo cual prueba que el tiempo no siempre corre a favor de uno. Pero es que eso de madurar debe de ser un proceso bastante complicado sólo al alcance de gentes que atesoran ciertas virtudes como son la perseverancia, la prudencia, la ecuanimidad, el sentido de la responsabilidad y unos principios éticos que siempre cumplen; o sea, gente madura. Yo carezco de todo cuanto acabo de enumerar, excepto tal vez los principios éticos, pero los voy renovando en función de las circunstancias o por simple capricho, así que me temo que no sirven para ese ansiado proceso de maduración que tan esquivo me es. Eso sí, noto que cada vez con mayor frecuencia la gente me llama de usted, lo que me hace sospechar que físicamente sí que maduro. Es decir que soy un maduro muy inmaduro; contradictorio o no, es cierto por completo. Yo siempre he soñado que me seducía una mujer mayor que yo y me revelaba secretos arcanos del sexo. Según pasan los años la idea me va seduciendo menos, es más, creo que es el momento adecuado para cambiar de sueño y que en él sea una jovencita la que me seduzca. Una jovencita muy ardiente y muy madura -una inmadura madura que me complemente- que tenga mucho que enseñarme sobre sexo. Lo primero de todo, me temo, su tarifa.
¿Cuál es el momento más adecuado para decir basta? ¿Cómo reconoce uno el instante en el que hay que parar? Y no me refiero a las relaciones sentimentales -aunque también-, sino a los diferentes episodios que suceden en la vida, cuya suma la articulan y le dan sentido. Porque ese final nunca avistado marca la diferencia entre lo que fue y es y lo que pudo haber sido y podría ser, entre lo existente y lo ausente, entre lo que somos y lo que ya nunca podremos ser. Y hay un componente de negligencia en esa ceguera que nos impide detenernos a tiempo, antes de que lo previsiblemente imprevisible determine nuestra realidad, porque decir que no a la siguiente copa, a la estéril llamada, a apretar el pedal del coche, a responder a un agresivo, a una indiferencia ante un ser querido, a tantos gestos prescindibles, es una responsabilidad tan decisiva que si lo supiéramos en su momento nos lo pensaríamos dos veces. Y pensar dos veces es la asignatura pendiente de la humanidad. Nuestra negligencia ...
Comentarios
¿Cuando encontraremos el equilibrio, en esto y en todo?.
Un abrazo, me has sacado una sonrisa