El sueño que tuve esa noche en casa de Madison me era muy familiar, si no en el contenido sí en el sentimiento áspero que me dejó; un sueño miles de veces soñado en diversos formatos que me remitía a la época en la que vivía como esclavo de facto de Max y que me recordada que en cierto modo algún no había logrado escapar de aquella prisión para mí solo creada por él (prisión que casi de inmediato cambié por un sanatorio mental donde acostumbraba candorosamente soñar que había alcanzado la sana libertad del loco, aunque jamás me atreví a reconocer, a no ser en sueños y muy brumosamente, que en realidad padecía la insania tremenda del que sufre cada minuto en su vida de reo perpetuo de un mismo y omnipresente tirano).
En el sueño yo estaba siendo sometido a una vista previa en un tribunal de justicia presidido por un tal juez Folly, un tipo malencarado cuyas gruesas cejas, en los momentos de ira más furibunda, se acercaban entre sí como dos serpientes prestas a entrar en combate. Los rasgos de su cara estaban en una semipenumbra que me impedía apreciarlos en detalle, pero se parecían de un modo alarmenate a los de mi hermano Max. Aunque mi abogado defensor se esforzaba por sacarme de las trampas en las que el juez Folly se esmeraba en hacerme caer, no siempre y nunca sin gran esfuerzo lo conseguía.
Juez: Y en el momento en que le tomaron la fotografía ¿se encontraba usted presente, acusado?
Yo: (boquiabierto) Por supuesto, señoría, ¿cómo no iba a.... -lo pensé mejor y modifiqué la respuesta- ¿quiere usted decir 'de res' o 'de dicto', señoría-, -(codazo de mi abogado cuyo significado, convenido justo antes de iniciarse la vista, era que me callase y le siguiese el juego al juez). Por supuesto que estaba, señoría.
Juez: Por supuesto, ya lo suponía, se trataba sin duda de uno de los momentos más importantes de su vida, ¿no es cierto, acusado?
Yo: Sí, señoría; totalmente, señoría.
Juez: Con una sola afirmación basta, acusado.
Yo: Sí, señoría.
El juez leía mientras aparentaba escucharme un legajo de folios en los que sin duda aparecerían detallados los pormenores de la causa.
Juez: ¿Estaba usted solo o era el único?
Yo: Estaba solo, señoría, es decir, que era el único.
Juez: ¿Deduce usted, acusado, que era el único por el hecho de estar solo?
Yo: Me parece evidente, señoría, que... -(codazo en las costillas de mi abogado)-; quiero decir que me parece evidente que he llegado a una conclusión errónea a partir de un hecho cierto mediante una inferencia endeble.
Juez: (irritado) En este tribunal, acusado, el único que puede hacer filosofías soy yo; usted limítese a contestar sin ambigüedades ni chulerías lo que yo le pregunte, ¿queda claro?
Las serpientes de la frente del juez parecían estar a punto de enzarzarse en una cruenta pelea.
Yo: Muy claro, señoría, le aseguro que no volverá a repetirse.
Juez: Eso espero, acusado, por su bien. Prosigo. Tras la fotografía, ¿hubo algo de carácter, digamos pornográfico en sus actitudes?
Yo: En las actitudes ¿de quién?, señoría.
Juez: (bramando) ¡Pues de quién va ser, paleto, de quién quiere usted que sea!
Yo: (confundido) Es que no lo sé, señoría, no sé de quién o de quienes me habla, se lo juro.
Juez: (levantándose y babeando) ¿¡Que no sabe de quiénes hablo? ¿que no sabe...!?
Codazo tremendo de mi abogado.
Yo: Disculpe, señoría, acabo de recordarlo todo de repente; ¿tendría la amabilidad de repetirme la pregunta su señoría?
Juez: (Al borde del colapso) ¡¿Que no sabe, dice, que no sabe?!
Yo: Esa pregunta no, señoría, la otra. (Codazo, puntapié y escupitajo de mi abogado)
Juez: (Mugiendo)¡Descanso de media hora! ¡Abogado! ¡U obliga a su representado a comportarse o los encierro a los dos esta noche en la sección de los sodomitas!
Yo: (Al abogado) Pero si el loco es él, si yo no tengo por qué estar aquí soportando la ira de ese demente con toga, peligro de las libertades civiles, escoria del Derecho...
Abogado: Calla de una vez desgraciado, ¿has pasado alguna vez una noche en la celda de los sodomitas?
Yo: Pues no.
Abogado: Pues haz lo que te dice el juez si no quieres saber cómo cae en desgracia la cara oculta de tu virginidad.
Yo: ¿Eso quiere decir que te dan por culo?
Abogado: (Llevándose un dedo a los labios y el maletín a la retaguardia) Calla desgraciado, calla. Vamos.
Desperté con el corazón desbocado, etcétera, etcétera.
Jodidos sueños.
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Un abrazo
Espero otra entrega antes del finde.
Un abrazo M.J.