Soy un gnomo. Pasó hace apenas una hora. Mientras paseaba por mis naranjales vi una estrella fugaz yb deseé un ilusión, porque desde chico me han dicho que siempre se cumple lo que pides tras ver a una estrella fugaz. Y eso hice,deseé. Pensé en lo mal que va todo, en las familias que sobrevivien apenas sobre el umbral de pobreza, en los niños de países pobres condenados a matar y a morir sin vivir una vida verdadera. Pensé en lo mal que hacen las cosas los países ricos para solucionar los problemas del mundo, sospecho que por miedo a que una reestructuración del sistema les arrebatase parte de su riqueza. Pensé en los enfermos que no tinen cama en los hospitales porque no cotizan ni nunca han cotizado, porque no saben ni han sabido cómo hacer eso, o porque no han querido, simplemente, hastiados de tanta burocracia inoperante. Pensé en los errores de Dios, en sus aciertos, en su posibilidad. Tanto pensé que terminé vacío de pensamientos, me convertí en el ciudadano mediocre que siempre he temido ser; por eso al ver la estrella fugaz he deseado ser un gnomo, porque si eso es posible cualquier cosa lo es. Y ahora soy un gnomo. Nunca hay que perder la esperanza. La última esperanza, ahora lo sé, somos los gnomos.
¿Cuál es el momento más adecuado para decir basta? ¿Cómo reconoce uno el instante en el que hay que parar? Y no me refiero a las relaciones sentimentales -aunque también-, sino a los diferentes episodios que suceden en la vida, cuya suma la articulan y le dan sentido. Porque ese final nunca avistado marca la diferencia entre lo que fue y es y lo que pudo haber sido y podría ser, entre lo existente y lo ausente, entre lo que somos y lo que ya nunca podremos ser. Y hay un componente de negligencia en esa ceguera que nos impide detenernos a tiempo, antes de que lo previsiblemente imprevisible determine nuestra realidad, porque decir que no a la siguiente copa, a la estéril llamada, a apretar el pedal del coche, a responder a un agresivo, a una indiferencia ante un ser querido, a tantos gestos prescindibles, es una responsabilidad tan decisiva que si lo supiéramos en su momento nos lo pensaríamos dos veces. Y pensar dos veces es la asignatura pendiente de la humanidad. Nuestra negligencia ...
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