Un lector compulsivo es una especie de loco, pero de loco verdadero, que son los que parecen cuerdos. La lectura como agente activo de la locura no es una explicación: muchos leen sin volverse majaras. Lo anómalo está pues en el lector, en cierto tipo de lector. ¿Qué impulsa a alguien a leer una vez tras otra una obra? ¿Qué magia o veneno lleva a algunos a la lectura como los podría llevar a la droga? La respuesta, como casi todas, es especulativa: la insaciable curiosidad; el querer saber, y sabiendo, saberse, ser más profundamente uno y sin darse uno cuenta, mejor persona; el irrenunciable ejercicio de la libertad individual que a través de la lectura los emancipa y enajena, los hace otros y hace otros a los otros (mejores personas). La lectura cambia la vida de los lectores, de esos lectores compulsivos, intransigentes, devotos. La lectura ejercida con fiereza tensa cada músculo del cuerpo, desgarra el alma, aturde finalmente, al acabar, el pensamiento; y provoca un sueño agitado lleno de fantasmas literarios, de robinsones, de mosqueteros, de quijotes. Tanto cambia la vida la lectura apasionada que uno termina por querer escribir cuando uno, bien lo sabe, no es más que un lector. Pero un lector ya sin remedio, para toda la vida.
¿Cuál es el momento más adecuado para decir basta? ¿Cómo reconoce uno el instante en el que hay que parar? Y no me refiero a las relaciones sentimentales -aunque también-, sino a los diferentes episodios que suceden en la vida, cuya suma la articulan y le dan sentido. Porque ese final nunca avistado marca la diferencia entre lo que fue y es y lo que pudo haber sido y podría ser, entre lo existente y lo ausente, entre lo que somos y lo que ya nunca podremos ser. Y hay un componente de negligencia en esa ceguera que nos impide detenernos a tiempo, antes de que lo previsiblemente imprevisible determine nuestra realidad, porque decir que no a la siguiente copa, a la estéril llamada, a apretar el pedal del coche, a responder a un agresivo, a una indiferencia ante un ser querido, a tantos gestos prescindibles, es una responsabilidad tan decisiva que si lo supiéramos en su momento nos lo pensaríamos dos veces. Y pensar dos veces es la asignatura pendiente de la humanidad. Nuestra negligencia ...
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