No sé si nos hemos dado cuenta, pero estamos (existimos) en un estado de derecho que dispone de un sistema judicial independiente. Esto significa que por muy apegados que sigamos a la inercia de una dictadura que no termina de morir nuestras leyes son soberanas y lo que dicen va a misa. Me permito la ironía porque aparecen más a menudo de lo que sería democráticamente saludable juicios mediáticos más contundentes que los oficiales que trastornan, a veces de manera definitiva, la vida de algunos ciudadanos. Sólo pondré un ejemplo, aunque los hay a porrillo: el señor Buenafuente tuvo la descortesía de hacer un chiste fácil en su programa acerca de la atleta Marta Domínguez, merecedora de diversos galardones por su intachable carrera deportiva, y en aquel momento encausada por un supuesto delito del que quedó absuelta por completo meses después. Pues bien, el señor Buenafuente -un cómico excelente a mi entender- no se ha tomado la molestia de pedir disculpas a Marta Domínguez una vez aclarado el asunto. Nadie se toma la molestia de pedir disculpas a nadie en este país, pero si eres periodista se trata de algo innerente a tus obligaciones deontológicas porque estás jugando con la reputación de las personas, o sea que es obligatorio. Y la reputación sigue valiendo mucho en esta sociedad, pero por encima de todo está la dignidad de aquellos a los que por hacer un chiste fácil se les disminuye la suya. Si yo fuera el novio de Marta no dudaría en tomarme la venganza por mi mano -dos tortas, no crean-, aunque si fuera el responsable político que permitió tamaña felonía me haría el harakiri, práctica que por desgracia no está de moda entre los políticos de este país, por mucha falta que le haga al mismo.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
Comentarios
Gracias por pasarte por mi casa, la verdad es que lo único que me invade es la pereza, por lo demás todo bien. Esperaremos que el calor nos abandone y a ver si recuperamos el hábito de visitar a los amigos.
¿Todo bien?