Estoy
en posesión de una teoría original. Es sobre la vida y el tiempo,
que yo siempre he creído que son lo mismo. El tiempo que vivo en mi
vida en realidad es múltiple hasta la infinitud y se repite
infinitamente con infinitos yoes que son todos los yoes que he sido y
que seré. La vida se replica a cada instante y permite la existencia
simultánea de todos los instantes de tiempo que se han vivido o que
aún están por vivirse. El Luis que escribe esto en este instante
coexiste con el Luis que acabará este relato con la frase “No sé
qué pasará”, y con el Luis que nació hace cuarenta y nueve años
tras un parto sin complicaciones, y con el Luis que recogió
almendras en el campo de mi abuelo, a los quince años, durante las
vacaciones de verano, para ganar un primer dinero con que comprar una
moto -y que después compró mi padre sin pedirme ese dinero ganado-,
y con el Luis de cinco años cuya pierna quedó atrapado entre los
radios de la moto de mi padre en Motril y que le oía gritar que iba
a prender fuego a la moto por los cuatro costados ante la impotencia
de no conseguir rescatar mi pierna de aquella tramposa moto volcada;
y del Luis que se peleaba cada tarde en la barriada del Carmen con
Pepito Gaona y cada tarde acudía con la nariz sangrante a casa de mi
tío Antonio para no sufrir la humillación de la mirada de mi padre,
y con el Luis que comió chumbos sin madurar con mi primo Fernando y
acabamos bebiendo con agonía el agua de un cubo para las bestias
para calmar el dolor de las espinas que se nos clavaron en la
garganta, y con el Luis que, en el instiuto, dudaba dolorosamente si
pedirle salir a la chica que me gustaba o acostarme con su mejor
amiga, que estaba para confesarse tres veces, y que al final eligió
la peor opción; y con el Luis que más tarde no supo encontrar hueco
en el mundo, porque para mí el mundo estaba hueco y llenarlo no era
mi tarea aunque mucho más tarde comprendí que sí lo era.
Es
complicado, lo sé, y yo mismo tardé un tiempo en creer en la teoría
que proponía infinitas vidas resumidas en una, infinitos instantes
paralelos en los que cada uno di mis yoes vivía indefinidamente las
mismas vivencias de toda mi vida al mismo tiempo, simultaneando mi
nacimiento con todos y cada uno de los momentos de mi infancia, mi
adolescencia, mi juventud, mi madurez, mi vejez y mi muerte; naciendo
y muriendo al mismo tiempo, siendo un yo distinto a cada segundo y
cada segundo siendo vivido por un yo diferente, un yo a los treinta
que sería veinte años más tarde el yo de ahora como yo fui aquel
yo en ese momento. Un lío. La premisa de la teoría es que la vida
es circular e inacabable, una noria en la que cada vuelta supone una
vida pero a la que es posible subirse de nuevo tras la muerte para
repetir una y otra vez la misma biografía hasta el infinito. Hasta
que me he dado cuenta que puedo burlar al destino, que puedo insertar
un fenómeno anómalo en el mecanismo para alterar su recorrido
limitándolo a un circuito mucho más corto que toda una vida,
reducir el ciclo a un año o un mes o menos aún. En eso estoy, no
puedo decir cómo para no dar pistas al destino pero alteraré lo
inalterable. No sé qué pasará.
Estoy
en posesión de una teoría original...
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Un abrazo.