Ir al contenido principal

Leonardo

Las ciencias y las artes son dos mundos muy diferentes. La ciencia pretende interpretar el mundo mediante ecuaciones. El arte, mediante distorsiones. Un científico difícilmente asumirá un fenómeno que no se ajuste a las teorías vigentes sobre fenómenos. Un artista lo exagerará hasta lo irracional para que termine pareciendo racional. Ambas posturas suponen, cada una con sus propios mecanismos, la negación del fenómeno. Pero muchos de los fenómenos de la naturaleza se niegan a encasillarse en teorías y, en la misma medida, se burlan de las parodias. Los científicos y los artistas no tienen por qué entrar en conflicto, al menos en teoría; a menos que unos se adentren en el campo de competencia de los otros. Un científico artista, igual que un artista científico es igualmente repudiado por ambos colectivos. Excepto en épocas de esplendor humanístico y siempre que la talla científico-artística o artístico-científica del personaje estuviera por encima de toda duda, como Leonardo da Vinci, quien al igual que los fenómenos que estudiaba, se salía de toda norma y sobre todo no estaba dispuesto a negar fenómeno alguno, ni por negación científica ni por burla artística. Leonardo pertenecía a esa casta tan escasa de científicos que observaban y analizaban hasta la extenuación los hechos más triviales buscando una manera de relacionarlos con todos los demás hechos. Buscaba, puede que sin saberlo, la Teoría Total, como siglos después la buscaron Einstein y otras eminencias partiendo de unos prejuicios teóricos que tal vez fueron los causantes del fracaso. Como artista, Leonardo quiso racionalizar el arte -tal vez la única objeción que se le puede hacer- y ponerlo al servicio de sus estudios científicos, pero resultó poseer una dimensión artística que cobró vida propia al margen de la ciencia. Fue un raro caso de artista y científico extraordinario. Pero sobre todo fue una mente abierta y genial que nunca se dejó encasillar por disciplina alguna.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Política extraña

Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d

Anécdota sobre Dalí

Refiere Fernando Arrabal una anécdota sobre Dalí que tal vez arroje alguna luz sobre la compleja personalidad del pintor. Según cuenta el escritor se encontraban ambos en Nueva York y Dalí invitó a Arrabal a una fiesta privada en la que era muy posible que se dieran prácticas orgiásticas.

Opinar

A veces opino de cualquier cosa en este blog pero como un ejercicio de reflexión, más o menos liviano o sesudo en función de la hora y del ánimo. Por eso quiero dejar claro que cualquier parecer, juicio o afirmación mías acerca del asunto que sea son fácilmente revisables con las indicaciones adecuadas y, llegado el caso, hasta desmentidas sin el menor pudor por mi parte. La naturaleza de las personas inteligentes debe poseer una faceta de rectificación que los honra intelectual y moralmente. Por desgracia, ese no es mi caso. Soy un veleta y en el fondo muy pocas cosas me atraen lo suficiente como para tomar posición respecto a ellas. Si cambio de opinión respecto a un asunto, por vital que pueda ser o parecer se debe llanamente a que la opinión previa carecía de convicción al ser enunciada; peor todavía, más de una vez me he pronunciado para que quien me leyese pensara que yo tenía algún tipo de opinión sobre algo. Cuando la verdad desnuda es que no tengo claro casi nada, y casi nad