El niño viajaba en el columpio con la
precisión de un reloj de péndulo. Reía a carcajadas, su encrespado
cabello apenas movido por el viento generado por su bamboleo desenfrenado. Hoy
era el día, su día. Había esperado con la paciencia de las
tortugas, con la inconsciente sabiduría de los escarabajos, con la
desesperada determinación de quien domina su tiempo. Vivió años
largos y monótonos, vivió aguantando la respiración años
interminables hasta que el destino lo liberó y pudo al fin gritar y
reír y bailar en torno a su pasado, sin sentir melancolía por sus
seres queridos, con la plenitud de saber que ahora ya era él mismo,
de nuevo, viviendo otra epifanía sin nostalgias ni recuerdos, sin
pasado. Su pelo blanco y encrespado surcando un huracán de alegría
infantil pese a sus ochenta años. Una vez más se había producido
el milagro, una vez más era por fin libre. Cuando los servicios
sanitarios, avisados por alguna madre madrugadora, lo encontraron
sentado en aquel columpio, no pudieron dejar de preguntarse cómo un
hombre tan anciano se parecía tanto a un niño dormido.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
Comentarios
Pero te compensa este microrelato intimista y cierto de lo que llegaremos a ser en unos años....
niños con cuerpos de ancianos.....