Alguien dijo que un economista es un
profesional que sabrá mañana por qué no se cumplió hoy lo que él
predijo ayer. La historia de la economía, que es la historia de las
personas, está plagada de ilustres meteduras de pata, jamás
excusadas por quienes las metieron. La arrogancia es una plaga muy
extendida en estamentos profesionales que son presuntos puntales de
nuestra sociedad. Ningún lumbrera entona un mea culpa porque la
culpa siempre ha sido de otros. Nadie llama a las cosas por su nombre
y solo se habla para confundir más al personal. La historia enseña
que en situaciones de virulenta escasez y adversidad se actúa casi
siempre por impulso, a golpe de corazón, y esa no es la receta
adecuada. La racionalidad debe tomar el mando cuando el desmadre es
desmesurado, pero el miedo que transmite ese desmadre anula toda
racionalidad. Es triste pero es así, o ha sido así en el tiempo.
Deberíamos confiar en un cambio radical pero el ser humano nunca se
ha distinguido por cambiar sus costumbres de manera inmediata. Así
que Dios (el que sea) nos asista ya que sus hijos no pueden.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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