Vas de hotel en hotel
buscando un refugio definitivo, una estancia que te haga evocar un
hogar, un plácido remanso de paz que mitigue tus dolencias por los
siglos de los siglos. Cada hotel te ofrece una promesa más deseada
que real. Cada hotel acaba con tus sueños como una amante con prisas
y al final hastiada. Búscate una casa propia, desgraciado, donde
esconder tus miserias y sin testigos de tu banalidad, una casa que
guarde tus secretos y tal vez ilumine tu incierto camino hacia la
muerte. Un hotel que sustituya tu vaga idea de una paz otoñal en una
casa plena de matices, de recuerdos, de felicidad. Hoteles así solo
hay en tus sueños, donde dormido vives tu auténtica realidad,
hoteles de paso, hoteles de invierno, hoteles cerrados al mundo real.
En París y Roma, El Cairo y Alejandría, en Amsterdam y en Siracusa,
donde se quiera buscar, habrá siempre un soñador con cara triste en
un hotel que solo admite clientes que no saben adónde van. Porque yo
transito la tierra sin destino fijo, sin planes concretos, sin misión
alguna, sin finalidad; y aunque finalizo todos mis viajes solo uno de
ellos he de culminar con una sonrisa de deber cumplido, y un guiño a
la muerte que ella entenderá.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
Comentarios