Ir al contenido principal

El gran John Fowles


Imagínense mi decepción cuando Laura se negó a dar el 'sí' en la ceremonia de nuestro matrimonio. Son ese tipo de cosas que se relatan con su no poca retranca, son leyendas urbanas que de tan manidas pierden cualquier verosimilitud, como sketches muy repetidos en viejas películas sin sonido, como una broma de mal gusto que le puede pasar a cualquiera... menos a ti. Pero me estaba pasando a mí. Y no pude sino recordar. Recordar el día que la vi saliendo del colegio con sus compañeras; era la más guapa, mi Laura. Aceché día tras día desde mi furgoneta hasta que uno de ellos se quedó sola camino de su casa... y no sé ahora cómo, los recuerdos se me amontonan, logré subirla en la furgoneta y la traje a casa. Desde entonces nada le ha faltado y a pesar de sus gritos y sus súplicas (¿por qué? ¿Qué quieres de mí? ¿para qué me retienes aquí recluída?) siempre disfruté negándole una explicación a lo que para mí mismo resultaba inexplicable. Ella, pretenciosa, quería ver cada consecuencia como producto de una causa (y, dicho así, no le faltaba rigor lógico); yo me envanecía sabiendo que solo tras mi capricho impredecible se escondían las preguntas y las respuestas. Yo, para ella, era Dios, y serlo con todas sus consecuencias, disponer a mi antojo de su vida, de 'una' vida inválida y asustada en mis manos, ha sido un deleite que que ha dado significado a mi existencia, un éxtasis inenarrable de placer.

Pero cuando, pasadas unas semanas, le pedí matrimonio y ella accedió con una sonrisa enigmática tuve que haber sabido que algo iría mal. Lo preparé todo a su antojo, no escatimé un detalle, y hasta el busto en granito de mi querido padre sirvió como sacerdote improvisado, solo porque ella se empeñó. Y en el momento señalado, tras leer yo mismo en voz alta las palabras del misal, con mi padre y Dios como testigos, ella dijo :”No, no te quiero ni te querré nunca, hijo de la gran puta”. El resto no es más que ira, sangre y dolor. Yazco bajo el busto de mi padre sufriendo una agonía que tal vez merezco, pero la compenso con la imagen de Laura huyendo loca hacia un vacío sin mí, sin mi amor ni mis atenciones. Tal vez, antes de morir, oiga el sonido de bocinas que nunca estuvieron echas para alguien como yo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ya te digo

¿Cuál es el momento más adecuado para decir basta? ¿Cómo reconoce uno el instante en el que hay que parar? Y no me refiero a las relaciones sentimentales -aunque también-, sino a los diferentes episodios que suceden en la vida, cuya suma la articulan y le dan sentido. Porque ese final nunca avistado marca la diferencia entre lo que fue y es y lo que pudo haber sido y podría ser, entre lo existente y lo ausente, entre lo que somos y lo que ya nunca podremos ser. Y hay un componente de negligencia en esa ceguera que nos impide detenernos a tiempo, antes de que lo previsiblemente imprevisible determine nuestra realidad, porque decir que no a la siguiente copa, a la estéril llamada, a apretar el pedal del coche, a responder a un agresivo, a una indiferencia ante un ser querido, a tantos gestos prescindibles, es una responsabilidad tan decisiva que si lo supiéramos en su momento nos lo pensaríamos dos veces. Y pensar dos veces es la asignatura pendiente de la humanidad. Nuestra negligencia ...

I dreamed a dream

La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cua...

Michael

Ayer murió Michael Jackson por disolución provocada. No es el veredicto médico exacto, pero es más exacto que el veredicto médico. Su difuminación comenzó a partir de su incapacidad para compatibilizar sus éxitos profesionales con sus fantasías de Disneylandia. Se creyó Peter Pan, pero con plenos poderes sobre su cohorte de pequeñajos, y le dolió menos la compensación económica de ciertos comportamientos con menores que la evidencia de que eran equivocados en esta sociedad, en este mundo que no era el suyo. A partir de esa certeza su tendencia etérea se acentuó, no sin antes confundir al mundo mostrando un cuerpo que ya no era el suyo. Por eso, viejo –muy viejo- aceptó por fin que ya era hora de marcharse, y lo hizo a lo Marilyn, sin dar ruido. Descanse en paz.