Hace dos días regresé de
mi último viaje. Estoy cansado, ha sido una paliza. Como no soy un
viajero al uso me meto en líos. No voy a restaurantes de postín ni
visito zoos o atracciones, simplemente paseo de sol a sol por calles
que a veces se vuelven siniestras, aunque jamás me siento amenazado,
tal vez porque cuando me sumerjo en una cultura desconocida no sé
qué debo temer, o tal vez porque mi ignorancia me vuelve temerario;
tanto da. Me gusta perderme en medio de las multitudes porque es
cuando más disfruto de la soledad. Me relaciono lo imprescindible
para no creerme muerto, pero nunca voy más allá de la mera
cortesía. Encuentro rincones hermosos que no salen en las guías y
me siento a desvariar con los recuerdos de lecturas muy tempranas que
ya me auguraban que conocería esos sitios. Disfruto y vivo, a veces
lloro, la hermosura del conocimiento inesperado siempre me ha tocado
la fibra. Al final vuelvo a casa con el alma más henchida,
sabiéndome más comprensivo y menos tonto. Y tras unos días vuelvo
a planear otro viaje dentro del viaje que es mi vida, que es también
cualquier vida. Del último no voy a regresar, por eso cuento lo que
siento mientras puedo.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
Comentarios