Hace dos días regresé de
mi último viaje. Estoy cansado, ha sido una paliza. Como no soy un
viajero al uso me meto en líos. No voy a restaurantes de postín ni
visito zoos o atracciones, simplemente paseo de sol a sol por calles
que a veces se vuelven siniestras, aunque jamás me siento amenazado,
tal vez porque cuando me sumerjo en una cultura desconocida no sé
qué debo temer, o tal vez porque mi ignorancia me vuelve temerario;
tanto da. Me gusta perderme en medio de las multitudes porque es
cuando más disfruto de la soledad. Me relaciono lo imprescindible
para no creerme muerto, pero nunca voy más allá de la mera
cortesía. Encuentro rincones hermosos que no salen en las guías y
me siento a desvariar con los recuerdos de lecturas muy tempranas que
ya me auguraban que conocería esos sitios. Disfruto y vivo, a veces
lloro, la hermosura del conocimiento inesperado siempre me ha tocado
la fibra. Al final vuelvo a casa con el alma más henchida,
sabiéndome más comprensivo y menos tonto. Y tras unos días vuelvo
a planear otro viaje dentro del viaje que es mi vida, que es también
cualquier vida. Del último no voy a regresar, por eso cuento lo que
siento mientras puedo.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
Comentarios