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Putos fantasmas

No me considero una persona aprensiva, pero las cosas que suceden en casa de mi madre es para reconsiderarlo. La casa tiene tres plantas y está incrustada en roca encima del mar. Yo suelo dormir en una pequeña habitación del piso de abajo, no en la mía o la que me destinaron en su momento, sino en la chiquitita pensada -pienso yo- para invitados.
La pequeñina del piso más bajo, repito. Pues allí se oyen ruidos muy extraños, sobre todo taconeos como de mujer terminando su puesta a punto para un evento social, solo que nunca acaba. Taconea y taconea y cuando ya estoy por dormirme le surge un último quehacer que me termina por desvelar. Y así cada noche que paso en esa habitación. La casa, que yo sepa, ha sido modificada en varias ocasiones, pero creo recordar que hace mucho tiempo fue una casa de putas, o al menos eso me dijeron los del pueblo. Así que asociar putas y taconeo es una idea que me sale del alma, y no es que sea solo un presentimiento sino una certeza íntima. Una puta que no acaba nunca de, quién sabe, retocarse por ejemplo para atender a su próximo cliente, o tal vez tiene un solo cliente que la tiene loca y por eso no acaba con sus retoques, con sus idas sin descanso al tocador para ofrecerse lo más guapa posible a su cliente/amado. Pero yo soy un convencido de la existencia de los fantasmas, así que sus taconeos más que asustarme me intrigan y a veces me fastidian. Por eso decía lo de reconsiderar mi falta de aprensividad y acojonarme un poco por ver si reaccionando como la mayoría de las personas esta puta se da por satisfecha y deja de jorobarme las noches. Otra posibilidad -fuera de mi alcance- es que se materializase y me tocase los cojones como mandan los cánones putíferos, con happy end. Lo de la tarifa es lo que veo complicado de acordar.

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