Según Bertrand Russell, el cielo es un lugar donde, por milagro, la monotonía no cansa. Menos mal, porque pasarse la eternidad entre seráficos querubines de aladas formas, contemplando una divina faz de la que emana en cada momento la misma paz y el mismo amor, flotando entre nubes algodonosas y tocando el arpa todo el rato, debe de ser un coñazo de mucho cuidado. No sé quién dijo una vez que le gustaría ir al cielo por las vistas y al infierno por las compañías. Estoy por afirmar que las personas más interesantes que en el mundo han sido pueblan ahora el infierno y le prestan un glamour del que el cielo, sospecho, carece. Puestos en la tesitura de prolongar eternamente nuestras vidas, aunque no sea en este mundo, yo prefiero de largo las llameantes estancias pobladas de fascinantes pecadores que configuran el infierno a las impolutas praderas paradisíacas del Edén, donde se abigarran insulsamente santurrones y puritanos que en su puta vida han echado un polvo como es debido. Por eso yo no dejo pasar la ocasión de pecar; y tras pecar sigo sintiendo la tentación –que venzo en un plis plas- de pecar otra vez; y otra, y otra…; y, cuando termino, como me encuentro en el séptimo cielo, me entra el pánico y vuelvo a pecar.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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Habrá que andarse con ojo.