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té verde

Lo ventajoso de ser idiota es que además eres feliz. Puede que sea un mecanismo de autodefensa que se lleva en los genes para preservar la especie, que precisa de los tontos para sobrevivir, porque los listos han demostrado sobradamente su competencia para poner al homo sapiens en peligro e incluso al borde de la extinción. El idiota suele ser también pacífico, salvo que lo integren en una horda exaltada, que es la cualidad natural de las hordas -la exaltación y la furia- y eso, por desgracia, ocurre con frecuencia. Y digo ‘lo integren’ porque en la naturaleza del memo no tiene cabida el discernimiento necesario para elegir una postura en la vida, aunque sea violenta. En mi planeta no se da esta situación, porque -dice mi madre- todos sus habitantes son programados al poco de nacer para que no disciernan en absoluto,lo que bien pensado no es mala idea; pierdes algo de albedrío, pero consigues seguridad en la vida -y sumisión bien apreciada-.

Llueve de nuevo en mi tierra, que tiene al sol por blasón; será para bien, espero. A mí la lluvia me sugiere melancólicas tardes de té verde en las que evoco aromas de Balzac, pero también moja si no tienes más remedio que salir, como sucede casi siempre. Yo qué sé, ¿llueve también en mi planeta?¿O tendrán en caso de carencia que negociar -todo

 tiene un precio en este cosmos- con los maños? Sólo el Demiurgo lo puede saber. 

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