Ir al contenido principal

Seres oníricos


Hay un dinosaurio que me está comiendo la moral. O tal vez sea un dragón, porque no estoy puesto ni en historia ni en mitología. A veces pienso que es un dinosaurio y otras que es un dragón. Puede que sólo se trate de una cuestión de matices y un dragón sea un dinosaurio que lanza llamas por la boca sin quemarse; y, a la inversa, un dinosaurio sería un dragón que se ha quedado temporalmente sin combustible y no puede escupir fuego. Lo veo mayormente por la noche, en mi dormitorio, cuando el sueño se apiada al fin de mí y, con su manto compasivo, me pone a salvo de los terrores de las noches de vigilia. Es en ese impreciso instante en que el insomnio cede el sitio al sueño cuando lo veo con claridad. Es grande, de mirada firme y altiva y de porte majestuoso. Me mira con descaro, escruta mis facciones, huele mi miedo; sonríe con indulgencia y se tumba a los pies de mi cama. Si me duermo del todo, por la mañana pienso que ha sido un sueño, otra vez el mismo sueño. Si me asusto y me desvelo, desaparece. Y entonces el miedo de su presencia inopinada se vuelve terror por el desamparo que me produce su ausencia súbita, su abandono desconsolador. Me da no sé qué confesarlo, pero creo que le he tomado cariño. Cada noche al acostarme espero con nerviosismo que aparezca y se tumbe y me acompañe y me proteja mientras duermo. Como soy un incrédulo muy retorcido no creo en ángeles de la guarda, pero sí en dragones o dinosaurios de la guarda. Como soy un iluso y un cobarde, ansío y temo su cercanía por igual. Por eso mis nervios se están resistiendo de tanto dudar entre quedarme dormido y soñar que un dinosaurio cuida de mí o desvelarme y espantarlo y quedarme solo, con mi miedo y sin su compañía. La situación se me está empezando a ir de las manos. Tal vez sea que todavía no estoy preparado para confiar en dinosaurios y dragones, así que he decido buscar en Internet algo más acorde con mis aprensiones desmedidas. Creo que un unicornio estaría bien.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
¿Como consigues que siempre entren animales en tus sueños y en tus "realidades"? Porque en principio te dan miedo, pero siempre son buena gente, sean lo que sean, y les echas de menos. Yo quiero de eso. Me ha gustado mucho.
Fuera de texto. Vengo de ver ValKiria (el último atentado contra Hitler). Creo que dijiste que te gustaba el cine. Pues no te la pierdas. Sobrecoje y emociona. Buenísima. Me ha dejado tocada, como todo lo bueno. M.J.
Luis Recuenco ha dicho que…
Los animales son buena gente o al menos predecibles. Mis mejores amigos han sido casi siempre animales. Nunca me han defraudado y me han querido sin pedir contrapartidas. Lamento no poder decir lo mismo de las personas.
Unknown ha dicho que…
Cierto que los animales no defraudan nunca. pero de vez en cuando también hay personas como los animales y esas si que dan mucho juego. Por si acaso, me fío más de los animales. M.J.

Entradas populares de este blog

Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO

Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...

I dreamed a dream

La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cua...

La inutilidad de algunos tratamientos

Cuando los padres de Miguelito llevaron a su hijo al psicólogo a causa de unos problemas de adaptación en el colegio se quedaron sorprendidos del diagnóstico: Miguelito era un superdotado para casi todas las disciplinas académicas pero un completo gilipollas para la vida. El psicólogo les aconsejó que no se preocuparan porque esto era algo relativamente frecuente y además se podía intentar solucionar con una terapia adecuada. El niño era un fuera de serie en lo abstracto y un completo negado en lo práctico. Así que se estableció un programa terapéutico que debía dar los frutos deseados en un año a más tardar. Ya desde las primeras sesiones el terapeuta advirtió que los resultados iban a depender en buena medida de la inversión de la gilipollez de Miguelito, que parecía tener más calado psíquico que las habilidades por las que destacaba su mente. A pesar de los diferentes métodos usados por el especialista para frenar lo indeseable y potenciar lo más valioso en la mente del niño, ning...