
Durante una de las muchas jornadas en que los bomberos australianos han peleado en desventaja contra el fuego, encontraron con vida a un koala que presentaba quemaduras y síntomas de deshidratación. Un bombero le dio a beber un botellín de agua y el koala, al que llamaron Sam, quiso más; se bebió tres botellas. Ahora está siendo cuidado en un núcleo zoológico por expertos veterinarios y no se teme por su vida…de momento. Los animales no están preparados para el ser humano. Jamás hubo verdadera convivencia entre éste y las demás especies, que sólo han servido como piezas de caza cobradas, en muchos casos, sin necesidad. En un video de la cadena norteamericana CBS puede verse cómo entre dos animales de especies muy distintas, un elefante y un perro, nace una amistad que supera en honestidad y desinterés las que se establecen entre la mayoría de los humanos; comen juntos, juegan juntos, duermen juntos; son inseparables. Estando el elefante aislado en un corral debido a una enfermedad que contrajo y de la que se estaba recuperando, los cuidadores observaban impotentes cómo el animal barritaba con melancolía día y noche. Alguien tuvo la idea de llevar hasta allí al perro y el elefante lo recibió con un regocijo tan evidente –incluso para quienes no somos expertos en el comportamiento animal- que daban ganas de llorar, como en las películas sobre la emperatriz Sissi. Verlos retozar juntos, el perro debajo, sin temor a ser aplastado por aquella mole, y el elefante acariciando delicadamente con la trompa la barriga del perro y posando con extremo cuidado su enorme pata sobre el hocico de éste, ha sido para mí una de las escenas más conmovedoras que he tenido la suerte de contemplar. Pura amistad; puro desinterés; pura alegría; pura magia.
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