Hay gente que por tal de caer bien acaba cayendo muy mal, y muy bajo. Tal vez no fuera su propósito inicial, pero al tiempo que un servilismo egoísta han ganado en el proceso bienintencionado unos valores vicarios que ocupan los que no les inculcaron sus mayores, tal vez por dejadez, tal vez por falta de receptividad de esta gente. Es complicado sacar conclusiones sobre comportamientos que afectan al conjunto de la sociedad, porque las variables son inabarcables y por tanto la posibilidad de análisis escasa, mayormente por el simple hecho de que la imprevisibilidad suele ser un ingrediente principal en el comportamiento de cualquier grupo humano. Pero, obviando lo científico, hay para quien sepa verlas imprevisilidades bastante predecibles, como el hecho singular pero no sorprendente de que George Bush jr. diera un pequeño golpe de estado accediendo a su segundo mandato con una maniobra claramente antidemocrática en el país que abandera la democracia. No buscó caer bien Bush, sino todos los norteamericanos que permitieron tal dislate por miedo, por cobardía colectiva, consintiendo semejante tropelía y adoptando luego la postura del avestruz. No difiere en la esencia esta actuación colectiva del pueblo norteamericano con la que tuvo el pueblo alemán con los nazis, por ejemplo, o la de tantos que tanto han consentido  para salvaguardar sus pellejos 'cayendo bien', no dando qué hablar, procurando una invisibilidad  social o, más activamente, alagando al poderoso mediante la traición al vecino. Es triste saber -aunque nunca se sabe por adelantado- que tu prójimo será tu verdugo algún día, pero así está escrita la historia de los pueblos, y los que han sobrevivido, mal que bien, no terminan de tomar nota. Por eso la historia siempre se repite para mal.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación.   He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
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Un abrazo