No sé si reírme o llorar, pero tengo un atasco en mis labores porque no sé cómo coño cambiar el formato de un texto y hacerlo más ancho. Nunca he querido someterme a la tiranía de los ordenadores -ni de ninguna otra máquina-, pero confieso que estoy, aunque no lo quiera, sometido. No se trata de una rabieta de niño perezoso o inepto sino de la constatación tremenda de que lo que hasta ayer tomaba por simple desgana de adentrarme en un mundo en teoría prescindible se ha revelado como la evidencia de que esa apatía hacia lo cibernético camuflaba una inseguridad ante la magnitud incierta de lo desconocido y una carencia de voluntad en mensurarlo. Tengo ante mí un texto de cierta anchura y quiero ajustarlo a las dimensiones de una nueva hoja virtual más grande, y no sé cómo hacerlo. Lo risible o lamentable es que a causa de mi impericia o ignorancia llevo empantanado casi un día -lo juro por Snoopy-. ¿Es justo, oh dioses, este castigo por mi desplante al ‘Progreso’? Reclamo hunildemente una columna de al menos treinta metros en mitad de un extenso desierto en la que, como Simeón ‘el Estilita’ pueda colgar mis muchas y vergonzosas carencias sin someterme al tormento de las risas de los filisteos.
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
Comentarios
Un abrazo