Me gustaría apuntar algunas ideas sobre el asunto del 'burka', velo que cubre por completo la cara de quien lo lleva, que tanta polvareda está levantando en Espsña. Oficialmente la polémica comenzó cuando un ayuntamiento catalán prohibió el uso de esa prenda por parte de las mujeres musulmanas. El motivo, que atenta contra la libertad de la mujer. Los hombres musulmanes no están obligados a lucirlo y nada les impide además vestir vaqueros o ir tocados con una boina o un sombrero cordobés. Claramente, esto supone una demostración cultural de menosprecio hacia la figura femenina como elemento imprescindible de la sociedad.
Me pongo a reflexionar y se me ocurren de repente dos ideas (voy progresando): a) el burka es ante todo un símbolo social perteneciente a una sociedad ajena y que de modo simbólico, en tanto símbolo por supuesto, agrede a unos principios fundamentales a los que nuestra sociedad no está dispuesta a renunciar. b) el burka es una prenda tan ajena a nuestras costumbres como lo sería una peineta en Groenlandia, y esto no tiene por qué ser necesariamente lesivo para la convivencia interétnica.
Empiezo por el punto b). La tolerancia ente los pueblos casi nunca se ve alterada por la anécdota. Si, por ejemplo, una 'mujer jirafa', de esas que en alguna parte del continente africano se alargan el cuello mediante la adición de sucesivos anillos conforme el desarrollo de la chica lo va requiriendo; si una de esas mujeres jirafa digo, fuese vista comprando en el corte inglés, habría tal vez un revuelo de curiosos, pero no crearía un problema social. Si esa misma mujer, de compras con su hija adolescente, preguntase si para esta tuviesen un jersey de cuello vuelto de su talla y le respondiesen que eso es algo imposible y la mujer jirafa se indignase, el asunto adquiriría una dimensión de matices muy distintos y de mucha mayor trascendencia de acuerdo a los principios que poseemos acerca de la vida en armonía, así sin concretar. Pero seguiría el asunto dentro de los límite de la anécdota. ¿Y si el esposo de la señora de cuello desproporcionado fuese un potentado bien conocido en los círculos del dinero? Con influencias políticas, vamos. Es probable que el corte inglés se apresurase a confeccionar una prenda a la medida de la señorita para que no les regañasen. Y seguimos todavía sin salir de la anécdota (cosas más raras se han visto en las visitas veraniegas de familiares de la realeza musulmana más extremista en Marbella). Ahora supongamos que toda una comunidad de 'jirafontes' decidiese establecerse en territorio español, ahora ya no con poder económico, o sólo en casos aislados, ¿qué pasaría? Las niñas acudirías a las escuelas con sus cuellos hiperalargados recubiertos por anillos. ¿Admitirían los padres de los demás alumnos semejante panorama? Probablemente no, y la administración, alarmada por la histeria de los papás, tomaría medidas para que las chicas de esa etnia encogiesen sus cuellos hasta un tamaño aceptable, a cargo probablemente de la Seguridad Social. Fácil, ¿no? Esto me lleva al punto
a) Pues no es tan fácil. Las atribuciones semánticas que cada pueblo considera normales para sus costumbres difieren abismalmente. Lo que para unos es 'normal' para otros es 'curioso', 'anecdótico' o, si hablamos de convivencia diaria, hasta 'aberrante', 'intolerable', o fuente de 'influencias satánicas'. Y aquí está el verdadero origen del problema. Las morales de las distintas sociedades tienen un origen religioso, y son imbuidas en los cerebros de los pequeños humanos a una edad en la que no sólo no son cuestionables para ellos, sino que no lo serán casi seguro durante el resto de sus vidas. Y así, adultos que dialogan sesudamente sobre problemas que para ellos y su sociedad son trascendentales, en realidad hablan sobre conflictos para ellos sin resolver o incluso traumas, y son equiparables a niños que dirimen sus diferencias basándose en la opinión incuestionable de sus padres, o a locos que tratan de convencer a sus terapeutas de las ventajas de una inversión de sus respectivos papeles en el proceso curativo.
La tolerancia debe superar esos traumas. La tolerancia entendida como aceptación de lo diverso. Pero constato mi preocupación acerca de que gente educada en el fundamentalismo religioso (¿acaso nosotros mismos?) apele a la tolerancia de una sociedad para justificar sus propias intolerancias.
Aunque confieso que me preocupa que en una sociedad integrada y sin prejuicios tuviese que regalar a mi enamorada una gargantilla de oro, siendo ella una 'mujer jirafa'. Una ruina.
Comentarios
Libertad, Justicia, Tolerancia.Las tres interdependientes y sin ellas una porquería. Bien aplicadas no surgirían tantos problemas o, ¿inguno?. Qué tonto es el género humano que se crea él mismo los problemas.
Oye, la gargantilla podría ser de cobre o de aluminio.