El historiador Joseph Pérez defiende la imagen de España desarmando con tozudez casi todas las argumentaciones que han sustentado la 'leyenda negra' de nuestro país. Tras contrastar un sinfín de datos y considerar discutibles evidencias concluye que España no hizo nada cuando le tocó ser imperio dominante que no hiciesen sus antecesores o sucesores en el trono del poder. Hay un dato, y no estoy seguro de si lo tiene en cuenta don Joseph, que podría explicar la inquina que los países desarrollados europeos le han tenido a España desde la época medieval. Es muy simple: España fue territorio musulmán durante ocho siglos; el resto de Europa, no. Matizando y para que no haya dudas: El islám floreció en Alandalús (como insiste el profesor Magdalena en que se escriba y se pronuncie) como no lo hizo antes ni lo haría después, alcanzando cotas que pocas culturas o civilizaciones han vislumbrado siquiera. Las ciencias y las artes florecieron con el apoyo de la clase dirigente y no sería exagerado afirmar que, tensiones inevitables de por medio, las tres grandes religiones semíticas reconocieron en esta tierra su hogar y su destino, del que fueron dos de ellas desterradas con ignominia para vergüenza de los cristianos. Hemos sido y -de tontos sería negarlo- somos el fruto de una fusión cultural y humana que ha derramado en nuestros genes la savia de lo sublime. Deberíamos estar orgullosos por lo mismo que nuestros vecinos europeos siempre nos han reprochado, por llevar sangre mezclada en nuestras venas, sangre de siglos de cultura compartida que nos han moldeado y dado forma. Sangre De Alá, de Yahvé, de Dios. Una sola y misteriosa sangre de cuya esencia nos nutrimos; afortunadamente.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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