Ir al contenido principal

Mezcla de sangres

El historiador Joseph Pérez defiende la imagen de España desarmando con tozudez casi todas las argumentaciones que han sustentado la 'leyenda negra' de nuestro país. Tras contrastar un sinfín de datos y considerar discutibles evidencias concluye que España no hizo nada cuando le tocó ser imperio dominante que no hiciesen sus antecesores o sucesores en el trono del poder. Hay un dato, y no estoy seguro de si lo tiene en cuenta don Joseph, que podría explicar la inquina que los países desarrollados europeos le han tenido a España desde la época medieval. Es muy simple: España fue territorio musulmán durante ocho siglos; el resto de Europa, no. Matizando y para que no haya dudas: El islám floreció en Alandalús (como insiste el profesor Magdalena en que se escriba y se pronuncie) como no lo hizo antes ni lo haría después, alcanzando cotas que pocas culturas o civilizaciones han vislumbrado siquiera. Las ciencias y las artes florecieron con el apoyo de la clase dirigente y no sería exagerado afirmar que, tensiones inevitables de por medio, las tres grandes religiones semíticas reconocieron en esta tierra su hogar y su destino, del que fueron dos de ellas desterradas con ignominia para vergüenza de los cristianos. Hemos sido y -de tontos sería negarlo- somos el fruto de una fusión cultural y humana que ha derramado en nuestros genes la savia de lo sublime. Deberíamos estar orgullosos por lo mismo que nuestros vecinos europeos siempre nos han reprochado, por llevar sangre mezclada en nuestras venas, sangre de siglos de cultura compartida que nos han moldeado y dado forma. Sangre De Alá, de Yahvé, de Dios. Una sola y misteriosa sangre de cuya esencia nos nutrimos; afortunadamente.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ya te digo

¿Cuál es el momento más adecuado para decir basta? ¿Cómo reconoce uno el instante en el que hay que parar? Y no me refiero a las relaciones sentimentales -aunque también-, sino a los diferentes episodios que suceden en la vida, cuya suma la articulan y le dan sentido. Porque ese final nunca avistado marca la diferencia entre lo que fue y es y lo que pudo haber sido y podría ser, entre lo existente y lo ausente, entre lo que somos y lo que ya nunca podremos ser. Y hay un componente de negligencia en esa ceguera que nos impide detenernos a tiempo, antes de que lo previsiblemente imprevisible determine nuestra realidad, porque decir que no a la siguiente copa, a la estéril llamada, a apretar el pedal del coche, a responder a un agresivo, a una indiferencia ante un ser querido, a tantos gestos prescindibles, es una responsabilidad tan decisiva que si lo supiéramos en su momento nos lo pensaríamos dos veces. Y pensar dos veces es la asignatura pendiente de la humanidad. Nuestra negligencia ...

I dreamed a dream

La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cua...

Vacío

Hay ocasiones en las que uno no sabe sobre lo que escribir, aunque escribir sea un medicamento prescrito por el instinto de supervivencia. Son los ‘días marrones’ de los que se lamentaba Audrey Hepburn en una inolvidalble escena en la escalera exterior de su apartamento ante George Peppard, en ‘Desayuno con diamantes’ (gracias por todo Billy Wilder). Yo llevo semanas padeciendo esos días, o tal vez un interminable día que dura semanas. Adoro a Ray Bradbury, pertenece a una raza de escritores que no precisan lápiz ni papel: sus creaciones son trucos de magia y nunca se le ve nada en las manos, crea a la manera de los dioses, sin que los humanos alcancemos a conocer los ingredientes ni la manera de cocinarlos. Dice Bradbury que para escribir hay que vomitar por la mañana y limpiar por la tarde. Su curiosa metáfora lo dice todo, no hay límites para la creación, sólo acertados recortes y aditivos para mejorar el producto, o al menos ponerlo bonito. Y eso es todo. Tan fácil y tan compli...