Sales de la negrura para ser del tiempo,
y en él quedas prisionero de por vida
tus alas de querubín tiemblan con sus aleteos
apresurados por recorrer la vida,
y conoces la mentira
la turbia faz de la huida
y en el surco de la herida
del alma acaso comprendes
que eso que bravo defiendes
no es más que una corta vida
de luciérnaga encendida
cuya luz nadie comprende.
Y estás solo, al fin lo entiendes, en medio de un inmenso frío
que pudiera ser eterno,
mas el reloj sempiterno
de tus minutos caducos
te recuerda que un infierno
de llamas ígneas y umbrío
se nutre del desvarío
de los que insensatos piensan
que el tiempo todo lo arregla
y al tiempo ceden las llaves
de sus destinos baldíos.
Y un día te ves rendido y al pie del tiempo postrado
sin saber si has malgastado
esos minutos vividos
que el tiempo te había prestado
(ahora lo has averiguado)
sin tú habérselos pedido.
Y da igual, todo comienza
con la esperanza de un fin,
¡mira al tuyo con bravura!,
sonríe al reloj y di:
“De la negrura surgí
y hoy retorno a la negrura”.
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