Ya es mi santo, así que me felicito. Acabo de ver en la tele “Indiana Jones y la última cruzada” y, consultando datos, resulta que Harrison Ford era menor que yo cuando protagonizó la película. Se es sin duda en el tiempo, se es 'siendo' y las abstracciones, los conceptos, las ideas son fotogramas que no dicen de la verdadera existencia más de lo que las fotos o las filmaciones tomadas en momentos concretos puedan decir de las personas en ellas congeladas. La vida es un devenir imparable, un decurso que como un río solo se concibe en su movimiento. Ya dijo Nietzsche que Platón, siendo como fue un lumbrera, cometió la estupidez de idealizar (abstraer del tiempo) lo esencial del ser humano, condenando equivocadamente al Ser a una reclusión del intelecto que lo deshumaniza por inhumano. Me he ido un poco por las ramas, pero tengo una excusa. La primera vez que vi la película de Spielberg yo tenía veintitantos y Harrison Ford era un señor mayor. Hoy, al verla de nuevo y con el convencimiento de que la vez anterior fue ayer mismo, entiendo por primera vez (soy algo lento) la inevitable caducidad y escasez del tiempo que nos toca vivir. Y me pregunto si no será Sean Connery un asociado del Diablo, ya que es el único que sigue igual de viejo veinte años después. Un viejo que no envejece. Y vergonzosamente me consuelo con el pensamiento de que sigo siendo menor que Harrison Ford. Lo importante, sin duda, es seguir siendo...
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
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Un fuerte abrazo.
Un abrazo.