Ir al contenido principal

Indiana Jones

 Ya es mi santo, así que me felicito. Acabo de ver en la tele “Indiana Jones y la última cruzada” y, consultando datos, resulta que Harrison Ford era menor que yo cuando protagonizó la película. Se es sin duda en el tiempo, se es 'siendo' y las abstracciones, los conceptos, las ideas son fotogramas que no dicen de la verdadera existencia más de lo que las fotos o las filmaciones tomadas en momentos concretos puedan decir de las personas en ellas congeladas. La vida es un devenir imparable, un decurso que como un río solo se concibe en su movimiento. Ya dijo Nietzsche que Platón, siendo como fue un lumbrera, cometió la estupidez de idealizar (abstraer del tiempo) lo esencial del ser humano, condenando equivocadamente al Ser a una reclusión del intelecto que lo deshumaniza por inhumano. Me he ido un poco por las ramas, pero tengo una excusa. La primera vez que vi la película de Spielberg yo tenía veintitantos y Harrison Ford era un señor mayor. Hoy, al verla de nuevo y con el convencimiento de que la vez anterior fue ayer mismo, entiendo por primera vez (soy algo lento) la inevitable caducidad y escasez del tiempo que nos toca vivir. Y me pregunto si no será Sean Connery un asociado del Diablo, ya que es el único que sigue igual de viejo veinte años después. Un viejo que no envejece. Y vergonzosamente me consuelo con el pensamiento de que sigo siendo menor que Harrison Ford. Lo importante, sin duda, es seguir siendo...

Comentarios

El Doctor ha dicho que…
Felicidades,amigo.Mejor decir que cumplimos películas, o libros,o emociones vividas.Los cumpleaños,según dijo Cortázar,es un error en la estadística.Pero como hoy es tu santo olvidémosno de todo lo demás.
Un fuerte abrazo.
Luis Recuenco ha dicho que…
Gracias, Francisco, eres un amigo.

Un abrazo.

Entradas populares de este blog

Ya te digo

¿Cuál es el momento más adecuado para decir basta? ¿Cómo reconoce uno el instante en el que hay que parar? Y no me refiero a las relaciones sentimentales -aunque también-, sino a los diferentes episodios que suceden en la vida, cuya suma la articulan y le dan sentido. Porque ese final nunca avistado marca la diferencia entre lo que fue y es y lo que pudo haber sido y podría ser, entre lo existente y lo ausente, entre lo que somos y lo que ya nunca podremos ser. Y hay un componente de negligencia en esa ceguera que nos impide detenernos a tiempo, antes de que lo previsiblemente imprevisible determine nuestra realidad, porque decir que no a la siguiente copa, a la estéril llamada, a apretar el pedal del coche, a responder a un agresivo, a una indiferencia ante un ser querido, a tantos gestos prescindibles, es una responsabilidad tan decisiva que si lo supiéramos en su momento nos lo pensaríamos dos veces. Y pensar dos veces es la asignatura pendiente de la humanidad. Nuestra negligencia ...

I dreamed a dream

La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cua...

Vacío

Hay ocasiones en las que uno no sabe sobre lo que escribir, aunque escribir sea un medicamento prescrito por el instinto de supervivencia. Son los ‘días marrones’ de los que se lamentaba Audrey Hepburn en una inolvidalble escena en la escalera exterior de su apartamento ante George Peppard, en ‘Desayuno con diamantes’ (gracias por todo Billy Wilder). Yo llevo semanas padeciendo esos días, o tal vez un interminable día que dura semanas. Adoro a Ray Bradbury, pertenece a una raza de escritores que no precisan lápiz ni papel: sus creaciones son trucos de magia y nunca se le ve nada en las manos, crea a la manera de los dioses, sin que los humanos alcancemos a conocer los ingredientes ni la manera de cocinarlos. Dice Bradbury que para escribir hay que vomitar por la mañana y limpiar por la tarde. Su curiosa metáfora lo dice todo, no hay límites para la creación, sólo acertados recortes y aditivos para mejorar el producto, o al menos ponerlo bonito. Y eso es todo. Tan fácil y tan compli...