Veo a Bvalltu echado en su tumbona de la terraza a la luz de la luna. Un tanga ridículo ciñe su cintura apergaminada y fofa. Se cubre la cara con unas estrafalarias gafas de sol años setenta. fuma un puro diminuto y apestoso, lo saborea. me echo en la tumbona de al lado, cansado.
-¿Un mal día, corderillo?
- Un mal siglo.
- El tiempo es una dimensión elástica.
- No estoy para sermones.
- Intentaba ser amable.
- Pues calla.
Hace años que Bvalltu vive en mi casa y hemos sabido incorporar las borderías a la cotidianeidad de nuestras conversaciones ácidas y tiernas, a la liturgia de una relación de amigos separados por una raza y unos miles de milenios, nada que interfiera en una amistad verdadera.
-¿Puedo decirte...
-No.
- Puedo quedarme callado, si lo prefieres...
-Exacto.
Nada como la mutua comprensión de dos seres que se conocen hasta la náusea.
-¿Un mal día, corderillo?
- Un mal siglo.
- El tiempo es una dimensión elástica.
- No estoy para sermones.
- Intentaba ser amable.
- Pues calla.
Hace años que Bvalltu vive en mi casa y hemos sabido incorporar las borderías a la cotidianeidad de nuestras conversaciones ácidas y tiernas, a la liturgia de una relación de amigos separados por una raza y unos miles de milenios, nada que interfiera en una amistad verdadera.
-¿Puedo decirte...
-No.
- Puedo quedarme callado, si lo prefieres...
-Exacto.
Nada como la mutua comprensión de dos seres que se conocen hasta la náusea.
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