Ir al contenido principal

Roxana

 
En mi pueblo nadie duda de los hombres-lobo, existen desde el inicio de los tiempos o al menos de los tiempos del pueblo y, aunque todos los temen han aprendido a compartir la vida con ellos; o más bien la muerte. Son un mal inevitable y se les acepta como a cualquier otro mal, de mala gana. Se convive, o mejor dicho se coexiste con los licántropos, porque no se comparte el tiempo salvo el muy fugaz de la muerte, ese instante repentino y atroz en que uno de ellos cae encima del elegido y con un mordisco brutal separa la cabeza del tronco de la víctima y mantiene su cuello desflecado y sangrante apuntando hacia la luna llena, después lo engulle y aúlla salpicando la noche de gotas de sangre aún caliente. A la mañana siguiente los vecinos encuentran una cabeza y un cuerpo separados por un charco viscoso, y pisadas violentas y frescas sobre el rocío de la hierba. Por eso, las noches de luna llena, cerramos y afianzamos puertas y ventanas y no se nos ocurre salir, salvo en ocasiones muy especiales. Como cuando a Roxana le da por ir al río a bañarse desnuda. Desde muy niña lo ha hecho y nunca le ha pasado nada, porque los vecinos, por acudir en su ayuda, han sufrido siempre alguna baja que sustituía, eso se pensaba, la de Roxana, la niña intocable. Así la llamaban los del pueblo desde que a los tres años se escapó de casa una noche de luna llena y a la mañana siguiente la encontraron durmiendo sobre el musgo de la ribera cubierta con un saco, reguardada del frío y rodeada de pisadas que habían desgarrado la hierba como cuando los asesinatos, aunque ella seguía con vida. No se habían atrevido a tocarla, fue la teoría de un pueblo necesitado de un símbolo contra la maldición de los hombres-lobo, Roxana era intocable por ellos, la diosa del pueblo. A partir de entonces le permitieron sus excursiones al río en las noches más peligrosas porque de algún modo sabían que era la única forma de plantarles cara a los asesinos lobunos, aunque cada vez muriera una persona a cambio, a modo de sacrifico u ofrenda, y llegó a ser un orgullo dar la vida por Roxana. Cada mañana, tras la densa e intranquila noche, encontraban a Roxana cubierta por el mismo saco, durmiendo un sueño tranquilo junto al río, y rodeada de pisadas temibles que se hundían en la hierba con la profundidad de un dilema. Cada mañana excepto esta, que hemos encontrado la cabeza de Roxana muy alejada de su cuerpo, el cuello triturado con saña en la orilla. Su rostro sin desfigurar reflejaba una mirada de sorpresa. La muerte debe de ser muy diferente a como la imaginamos. Esta tarde quemaré el saco.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO

Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...

I dreamed a dream

La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cua...

La inutilidad de algunos tratamientos

Cuando los padres de Miguelito llevaron a su hijo al psicólogo a causa de unos problemas de adaptación en el colegio se quedaron sorprendidos del diagnóstico: Miguelito era un superdotado para casi todas las disciplinas académicas pero un completo gilipollas para la vida. El psicólogo les aconsejó que no se preocuparan porque esto era algo relativamente frecuente y además se podía intentar solucionar con una terapia adecuada. El niño era un fuera de serie en lo abstracto y un completo negado en lo práctico. Así que se estableció un programa terapéutico que debía dar los frutos deseados en un año a más tardar. Ya desde las primeras sesiones el terapeuta advirtió que los resultados iban a depender en buena medida de la inversión de la gilipollez de Miguelito, que parecía tener más calado psíquico que las habilidades por las que destacaba su mente. A pesar de los diferentes métodos usados por el especialista para frenar lo indeseable y potenciar lo más valioso en la mente del niño, ning...