Roma es un buen sitio para perderse. Te sientes ajeno a tu tiempo, reconstruyes, con sus calles mágicas, el laberinto destruido de tu infancia; vagabundeas sabiéndote a a la vez que perdido, en tu sitio verdadero, en el que desearías estar para siempre. Pero te pierdes de todos modos, y te sabes perdido pero no quieres encontrarte ni que te encuentren, sino seguir perdido eternamente y alquilar una moto para perseguir al tiempo y detenerlo -‘Vacaciones en Roma’,Gregory Peck y Audrey Hepburn- o contemplar el tiempo en una fontana aguantando las ganas de lanzarte al agua y violar a una sirena -'La dolce vita', Anita Ekberg y Marcello Mastroiani-. Roma es caos y paz, multitud y soledad, serenidad y angunstia. Roma es eterna y fugaz; un suspiro que dura siglos; una perdición. Hay que perderse en Roma.
La conocí en mis sueños. Apareció de repente. Era rubia, delgada y vestía una túnica azul cielo. Su risa repentina expulsó del sueño a los fantasmas habituales y me devolvió de golpe la alegría de soñar. Con voz coralina me contó un largo cuento que yo supe interpretar como la historia de su vida en un mundo vago e indeterminado. Sabía narrar con la destreza de los rapsodas y usaba un lenguaje poético que le debía sin duda a los trovadores. Todo en ella era magnético, sus ojos de profunda serenidad, su rostro de piel arrebolada, sus manos que dibujaban divertidas piruetas en el aire para ilustrar los párrafos menos asequibles de su discurso, los pétalos carmesí de sus labios jugosos. Cuando desperté me sentí desamparado y solo, más solo de lo que jamás había estado, empapado de una soledad que me calaba hasta los huesos. No me levanté y pasé el día entero en la cama deseando con desesperación que llegase de nuevo el sueño, y con el sueño ella. Soy propenso al insomnio, sobre todo cua...
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Un abrazo.