
Esto de ser nómada debe de parecerse
mucho a la esquizofrenia. Estoy aquí pero estaba allí hace nada, y
estaría allí si no fuera porque ahora me toca estar aquí, y
preferiría estar allí aunque estar aquí es cojonudo. Aquí y allí
son uno y muchos lugares separados por el tiempo y la memoria, sitios
de los que formas parte, estuvieras o no en ellos, espacios vacíos
hasta que tú los habitaste o hasta que tú los habites. Lo que
reviste de magia al mundo es la manera en que lo vivas, lo descubras,
lo decores con tu presencia curiosa e insaciable. Ser nómada te
libra de ataduras y, sí, tiene el inconveniente del lastre de tus maletas,
pero a cambio te otorga la oportunidad de elegir, de decidir echar o no el ancla,
de levantar el vuelo antes de la tormenta, de dirigir tu vida hacia
un norte desconocido, siguiendo un rumbo arbitrario sin brújula y
sin remordimientos, y eso es el afán último, el destino de cualquier payaso que se
precie de serlo.
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