No
hay ladrones de peor ralea que los ladrones de tiempo. Son gente
desalmada que no saben muy bien cómo ocupar sus horas y, frustrados,
las emplean en birlarte las tuyas, para que uno también se joda
(porque no debe de haber cosa más jodida que advertir con impotencia
cómo el reloj de sus vidas no se detiene aunque no les den cuerda o
se agoten las pilas). Entre todos ellos tienen merecida fama los
burócratas y los médicos privados.
Del hipertrofiado aparato burocrático español no diré nada porque ya se sabe todo (todo lo que no se encuentra sub iudice, se entiende). De los médicos privados solo diré que si se entregaran con la misma pasión que ponen en demorarse golosamente con sus pacientes, a declarar sus rentas sin escamoteo alguno, el fisco nacional gozaría de mejor salud. Burócratas incompetentes y médicos perezosos representan sólo una parte del gremio de ladrones de tiempo, porque hay otros que son peores, otros muchos que, ataviados con el uniforme de la amistad y en nombre de esta te retienen durante horas con historias tristes en las que ellos son los mayores perjudicados, incomprendidos por el mundo y maltratados por la vida. Cuando, ya cansado, les prestas algo que de seguro nunca recuperarás, se marchan más contentos que unas pascuas dejándote, amigos leales, a cargo del abono de la cuenta de la cafetería o restaurante donde te han estado robando tanto tiempo durante tanto tiempo. Después, si uno se vuelve huraño y se niega a salir del búnker acorazado a prueba de ladrones de tiempo, la peña se extraña y te tildan de tipo raro. ¿Qué tiene de raro que trate de mantener mi tiempo a salvo? Si alguno de estos ladronzuelos tuviese la menor idea de cuánto necesito yo mi tiempo para vivir creo que se apiadaría de mí y quizá hasta intentaría lo que por necesidad es imposible: devolverme un poco del tiempo que me robó.
Del hipertrofiado aparato burocrático español no diré nada porque ya se sabe todo (todo lo que no se encuentra sub iudice, se entiende). De los médicos privados solo diré que si se entregaran con la misma pasión que ponen en demorarse golosamente con sus pacientes, a declarar sus rentas sin escamoteo alguno, el fisco nacional gozaría de mejor salud. Burócratas incompetentes y médicos perezosos representan sólo una parte del gremio de ladrones de tiempo, porque hay otros que son peores, otros muchos que, ataviados con el uniforme de la amistad y en nombre de esta te retienen durante horas con historias tristes en las que ellos son los mayores perjudicados, incomprendidos por el mundo y maltratados por la vida. Cuando, ya cansado, les prestas algo que de seguro nunca recuperarás, se marchan más contentos que unas pascuas dejándote, amigos leales, a cargo del abono de la cuenta de la cafetería o restaurante donde te han estado robando tanto tiempo durante tanto tiempo. Después, si uno se vuelve huraño y se niega a salir del búnker acorazado a prueba de ladrones de tiempo, la peña se extraña y te tildan de tipo raro. ¿Qué tiene de raro que trate de mantener mi tiempo a salvo? Si alguno de estos ladronzuelos tuviese la menor idea de cuánto necesito yo mi tiempo para vivir creo que se apiadaría de mí y quizá hasta intentaría lo que por necesidad es imposible: devolverme un poco del tiempo que me robó.
Comentarios
Un fuerte abrazo.
Un abrazo, amigo mío.