Días antes de morir en accidente de tráfico Albert Camus dijo en tono desenfadado ante la audiencia que le escuchaba que no había cosa más idiota que morir en un accidente de tráfico. También dijo, mucho antes, que si existiera un partido político de los que no están convencidos de tener razón, él se afiliaría de inmediato. Dijo muchas más cosas antes de morir en un estúpido accidente a la edad de cuarenta y seis años. Lo leí con desesperación a mis diecisiete años y lo releo ahora, complacido por el escaso menoscabo que sus ideas, tan gentilmente expuestas y desarrolladas hasta sus últimas consecuencias, han sufrido en mis limitadas entendederas. Fue el poeta de lo absurdo como Larra lo fue de la decepción. A diferencia de éste no se suicidió, pero como si lo hubiera hecho: ha heredado la gloria que los humanos conceden a quienes además de ser iconos vivos atinan a dejar este mundo a tiempo para seguir siendo iconos, fosilizados, para la eternidad. Sensible, introvertido, despegado, militante, siempre supo ser él, sin concesiones al disimulo, sin fingidas banalidades. Releo “La caída”, “La peste”, “El extranjero”, “El mito de Sísifo” y me enorgullezco de la existencias de humanos tan íntegros, humildes y geniales como mi querido Camus. El Demiurgo lo tenga a su diestra
Transcribo el prólogo de la autobiografía del filósofo Bertrand Russell escrito por él mismo: PARA QUÉ HE VIVIDO
Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad,esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura místicala visión anticipada del cielo que han que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin...
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