Días antes de morir en accidente de tráfico Albert Camus dijo en tono desenfadado ante la audiencia que le escuchaba que no había cosa más idiota que morir en un accidente de tráfico. También dijo, mucho antes, que si existiera un partido político de los que no están convencidos de tener razón, él se afiliaría de inmediato. Dijo muchas más cosas antes de morir en un estúpido accidente a la edad de cuarenta y seis años. Lo leí con desesperación a mis diecisiete años y lo releo ahora, complacido por el escaso menoscabo que sus ideas, tan gentilmente expuestas y desarrolladas hasta sus últimas consecuencias, han sufrido en mis limitadas entendederas. Fue el poeta de lo absurdo como Larra lo fue de la decepción. A diferencia de éste no se suicidió, pero como si lo hubiera hecho: ha heredado la gloria que los humanos conceden a quienes además de ser iconos vivos atinan a dejar este mundo a tiempo para seguir siendo iconos, fosilizados, para la eternidad. Sensible, introvertido, despegado, militante, siempre supo ser él, sin concesiones al disimulo, sin fingidas banalidades. Releo “La caída”, “La peste”, “El extranjero”, “El mito de Sísifo” y me enorgullezco de la existencias de humanos tan íntegros, humildes y geniales como mi querido Camus. El Demiurgo lo tenga a su diestra
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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