
Aprendió a odiar antes que a caminar. Fue el fruto de un ambiente corrompido que falseó su alma de modo irreparable. Nadie se ocupó de él y su educación consistió en aprender a sobrevivir por su cuenta, sin padres ni maestros, a palo seco. Bellaquerías y ruindades sustituyeron los sentimientos ingenuos que se suelen inculcar a los niños. Fue un pícaro de mala disposición, avieso y atravesado, y sobrevivió a su infancia como quien supera la agonía de un campo de concentración; pero acabó por tomarle gusto a su vida envenenada y llegó a ser un buen presidente de una sólida entidad bancaria. Hoy concede créditos y sonríe, inmune. Sonríe sobre todo cuando le hablan de crisis.
Comentarios
Un abrazo.
Un abrazo.
Gracias por pasarte por mi casa y como regalo de bienvenida un poema de Carlos Marzal en mi voz, pincha en:
pluscuamperfecto de futuro