Sube y sube la adrenalina a mi cabeza. Es como una adicción, no sé parar, no lo controlo. Procuro no mirar pero mi vista se desvía a veces hacia los diminutos muñecos allí en el anfiteatro. Mi cuerpo tiembla entonces y eso puede hacer peligrar mi vida. El psicólogo me lo dice, no mires, no te distraigas, pero la satisfacción de saberme sobrecogedoramente, abismalmente admirado, es una droga demasiado poderosa. Están a mi merced y yo a las de ellos. No hay equilibrio emocional, lo sé, sólo equilibrio. Aún así los miro, los desafío, juego mis cartas. Eso es la vida para mí, un continuo rebelarme, engallarme, ante quienes jamás conocerán los secretos mortales de mi ocupación, ante quienes por el precio de un mísero ticket tienen el derecho a contemplar mi vida dependiendo de un hilo. He sobrevivido multitud de veces a sus rostros, reflejo de sus almas, deseando mi desgracia, mi catástrofe. El doctor me lo advirtió, algún día confundiría mi vértigo con la enfermedad, y eso sería el final. Palabras agoreras. Sigue subiendo la adrenalina hasta embotar mi cabeza, la vara de equilibrio me pesa por vez primera en años. Creo que voy a perder el conocimiento. No hay red, nunca la hay. Si sobrevivo, dejaré el circo, me pondré en tratamiento.
Parece que el mundo presenta indicios de cambio, lo que siempre es una buena noticia a la vista del rumbo que lleva desde que los humanos lo dirigen –con alarmante férrea mano y escaso juicio desde la revolución industrial del siglo XVIII, para poner coordenadas y centrar nuestro momento histórico-. Las elecciones primarias que se celebran en los Estados Unidos son fiel reflejo de dicho cambio. ¿Una mujer y un negro con opciones de alcanzar la presidencia? Atónito estoy, no doy crédito, alobado, vamos. Aunque parece que el voto latino pesa más que en otras ocasiones, no creo que sea razón suficiente para explicar este hecho. Algo visceral está sufriendo una transformación en el seno de la sociedad norteamericana, que es decir la civilización occidental. Y ese algo a lo mejor no será conocido hasta que el tiempo y los exegetas de la historia pongan los puntos sobre las íes del actual panorama sociológico; y a lo mejor eso puede demorarse decenios, tal vez siglos. De momento no puedo d
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Un abrazo.